Aung San Suu Kyi busca renovar mandato en Myanmar con la esperanza de cambio desvanecida


El bamar es el grupo étnico mayoritario entre los diversos pueblos que cofundaron la Unión de Myanmar (Birmania). Otras siete minorías configuran otros tantos estados de Myanmar: Chin, Kachin, Kayah (Karenni), Kayin (Karen), Mon, Rakhine (Arakan) y Shan. Todos ellos participaron en la formación de la Unión de Myanmar en 1948 para lograr la independencia del Reino Unido. Los principios de igualdad y autonomía quedaron consagrados en el llamado Acuerdo de Panglong de 1947. Fue una época de grandes esperanzas para el futuro de nuestro país.

Lamentablemente, las promesas del Acuerdo de Panglong se olvidaron rápidamente. Las negociaciones para poner fin al estancamiento político han fracasado repetidamente y los conflictos armados han continuado hasta el día de hoy. Recientemente, la esperanza de una solución política se buscó en el Acuerdo Nacional de Cese el Fuego de 2015 y en la Conferencia Panglong del Siglo XXI que comenzaron en 2016. Sin embargo, ambos no han logrado el esperado cambio político.

Las elecciones generales están ahora programadas para el próximo mes de noviembre, pero con un proceso de paz vacilante, la pregunta sigue siendo si la igualdad puede obtenerse mediante elecciones en el sistema político actual o si los resultados afianzarán, aún más, las desigualdades y la marginación que han estado en el corazón del fracaso estatal desde 1948. El mayor desafío es el propio sistema electoral. La constitución de 2008 estableció un sistema de democracia pseudo-civil que incluye la existencia de parlamentos tanto en lo nacional como en lo estatal o regional. Sin embargo, el sistema electoral favorece a los grandes partidos nacionales; y en particular la Liga Nacional para la Democracia (NLD) liderado por Aung San Suu Kyi y el USDP.

Además, la constitución de 2008 es un híbrido civil-militar, que impide que se otorguen derechos democráticos a los diferentes grupos étnicos. Según los acuerdos singulares que dieron lugar a esta constitución, las Fuerzas Armadas, dominadas por la población mayoritaria bamar, tienen reservada una cuarta parte de todos los escaños y el control de tres ministerios (Defensa, Interior y Asuntos Fronterizos); ello disminuye las posibilidades de que los diferentes grupos étnicos, incluso siendo una población mayoritaria en sus territorios, tengan un número adecuado de representantes en las cámaras.

Los datos hablan por sí mismos: las minorías étnicas constituyen aproximadamente un tercio de los 54 millones de habitantes del país. Pero solo 19 de los 224 parlamentarios en la actual Cámara Alta son miembros de partidos de grupos étnicos diferentes de los bamar, mientras que la cifra es solo de 37 de 440 parlamentarios en la Cámara Baja.

A pesar de que las minorías étnicas constituyen aproximadamente un tercio de los 54 millones de habitantes del país, su representación parlamentaria es mínima en las Cámara Alta y Baja

Para abordar estas deficiencias, lo más obvio sería un sistema de representación proporcional y un Gobierno de coalición entre el partido nacional mayoritario y los partidos de representación étnica; esto marcaría importantes pasos hacia la reconciliación nacional. Lamentablemente, a medida que se acercan las elecciones de noviembre, hay pocos signos de que se aborden estas deficiencias, más bien, hay una serie de factores que benefician a los partidos nacionales; en particular: la delimitación de distritos electorales; los desplazamientos y movimientos migratorios de la población y el papel de las Fuerzas Armadas.

El sistema de distritos electorales está configurado de tal manera que el Gobierno siempre estará controlado por la población mayoritaria en el centro de Myanmar, donde se concentra el poder político. La segunda causa de subrepresentación étnica son los continuos conflictos armados. Es conocido que en varios distritos electorales en los estados de Kachin, Karen, Rakhine y Shan, fuertemente afectados por violencia armada, se suspenderán las elecciones por razones de seguridad. Al mismo tiempo, hay más de dos millones de personas desplazadas y refugiadas en las zonas fronterizas con Bangladés, China, India y Tailandia; todos ellos pertenecen a minorías étnicas. Además, se calcula que hay cuatro millones de emigrantes en los países vecinos, la mayoría de los cuales no son pueblos bamar; pero prácticamente ninguno de ellos tendrá la oportunidad de votar en las próximas elecciones.

Además, los representantes militares ya tienen reservado el 25% de los escaños en las cámaras, pero su influencia se ve reforzada mediante el “reasentamiento” de los veteranos y el establecimiento de milicias en los diferentes estados y regiones étnicas. Estas milicias locales, al igual que los soldados, las familias y los veteranos del ejército, apoyaron mayoritariamente al USDP en las dos últimas elecciones generales, de esta forma, el ejército tiene más poder en las áreas étnicas, más allá del 25% de los escaños que la constitución les otorga en las cámaras.

Finalmente, con las restricciones de campaña, que la covid-19 impone, los grandes partidos nacionales volverán a aprovechar estas circunstancias para obtener ventajas electorales. Es por todo ello que el sistema electoral actual no garantiza una justa representación como medio para lograr la igualdad y la paz en Myanmar. Sin embargo, es vital que no se pierda este momento de reflexión. Las elecciones de noviembre deberían marcar un hito en el que se comprendan las deficiencias del sistema político actual y se renueve verdaderamente, el compromiso para dar un impulso definitivo a la paz y a la reforma hacia una verdadera democracia que tenga en cuenta a las minorías étnicas.

Lahpai Seng Raw ha sido galardonada con el premio Ramon Magsaysay 2013 (equivalente al Premio Nobel de la Paz en Asia) y es cofundadora de Metta Development Foundation y Airavati.


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