Militares rusos, este jueves tras aterrizar en Bielorrusia.

EE UU y Rusia acuerdan profundizar la vía del diálogo para evitar la colisión en Ucrania

Más diálogo para evitar una colisión con consecuencias dramáticas para Europa. El secretario de Estado de Estados Unidos, Antony Blinken, y el ministro de Exteriores ruso, Serguéi Lavrov, han acordado este viernes en una reunión en Ginebra continuar las conversaciones diplomáticas sobre la crisis con Ucrania y la expansión de la OTAN. En un pico máximo de tensión por la concentración de tropas rusas junto a las fronteras ucranias y cuando los esfuerzos diplomáticos se suceden, Blinken ha prometido enviar por escrito sus “ideas” y planteamientos a Moscú sobre sus demandas, que exigen a la Alianza Atlántica que no se expanda hacia Rusia y se retire de lo que considera su esfera de influencia. Tras esto se prevén nuevas conversaciones para desescalar la crisis mayúscula, que ha elevado la alerta en Kiev, la OTAN y la UE ante los temores de que Rusia inicie una nueva agresión militar a Ucrania.

Las conversaciones de Ginebra, al final de una ronda hiperactiva de diplomacia en varios frentes para atajar la tensión, no han supuesto un cambio de rumbo. Sin embargo, podrían comprar un tiempo que es muy valioso. Mientras se muestra abierta a más diálogo, Rusia, que ya ha concentrado a unos 106.000 soldados cerca de las fronteras ucranias, sigue movilizando tropas. El Kremlin solo tiene dos opciones, advirtió Blinken: “Elegir la diplomacia para la seguridad europea o un conflicto con consecuencias enormes”.

Tras una reunión de 90 minutos en un hotel de la ciudad suiza junto al lago Lemán, Lavrov desestimó la “histeria” occidental sobre Ucrania y reiteró que Moscú no tiene planes de atacar al país vecino. Los jefes de la diplomacia de Moscú y Washington, que mantuvieron conferencias de prensa separadas, dejaron la puerta abierta también a otra conversación entre el presidente ruso, Vladímir Putin, y el estadounidense, Joe Biden.

Rusia acusa a la OTAN de amenazar su seguridad y ha exigido reiteradamente una réplica por escrito al proyecto de tratado que envió en diciembre —cuando la situación empezaba a caldearse— a la Alianza y a Estados Unidos, a quien considera su interlocutor principal, en el que reclama que la Alianza renuncie a nuevos miembros entre los países de la antigua URSS (como Georgia y Ucrania, que recibieron la propuesta de adhesión en 2008, una membresía, sin embargo, que parece lejana por falta de reformas). También exige que la OTAN y Washington paralicen toda actividad militar en Europa del este (donde no tiene bases pero sí despliega batallones plurinacionales en rotaciones en Polonia y los países bálticos) y retire todas sus fuerzas de Bulgaria, Rumania y otros países excomunistas que se unieron a la Alianza después de 1997. Si Occidente no acepta sus demandas, ha advertido Putin, Rusia tomará medidas “técnico-militares” no especificadas para garantizar su seguridad.

La OTAN ya ha dejado claro que no admitirá el veto de Rusia a la membresía de un Estado soberano. Y este viernes, Blinken ha resaltado que no negociará con Moscú la política de “puertas abiertas” de la Alianza Atlántica (de la que es miembro España) y que tampoco habrá conversaciones “sobre Ucrania sin Ucrania”, como no se hablará de la OTAN sin la Alianza, o de la Unión Europea sin la UE. “Si Rusia quiere comenzar a convencer al mundo de que no tiene intenciones agresivas contra Ucrania, un muy buen punto de partida sería reducir la tensión”, dijo Blinken.

En la escala final de un apresurado viaje relámpago a Europa, en el que se reunió con el presidente ucranio, Volodímir Zelenski, en Kiev, y con el canciller alemán, Olaf Scholz, y los ministros de Exteriores de Alemania, el Reino Unido y Francia, en Berlín, el secretario de Estado de EE UU insistió en que si Rusia invade de nuevo el país vecino se enfrentará a “una respuesta rápida, severa, unida y a consecuencias masivas”.

EE UU y la UE ya impusieron sanciones a Rusia en 2014, cuando se anexionó la península ucrania de Crimea con un referéndum considerado ilegal por la comunidad internacional y celebrado con presencia militar sobre el terreno. Ahora, Estados Unidos ha prometido imponer sanciones sustanciales a Moscú (algunas que incluso podrían paralizar su sistema bancario) si el Kremlin —que apoya militar y políticamente a los separatistas prorrusos que luchan desde hace ocho años con el Ejército ucranio en el Donbás— inicia una nueva agresión militar. Sin embargo, no se ha logrado llegar a un acuerdo sobre un paquete de sanciones común contra Moscú y el asunto está siendo un desafío para Washington.

Antes de la comparecencia de Blinken, Lavrov comentó que esperaba que las “emociones” sobre Ucrania se calmasen, y aseguró que Rusia no representa una amenaza para la antigua república soviética. “No puedo decir aún si estamos o no en el camino correcto. Entenderemos esto cuando obtengamos la respuesta estadounidense, en papel, sobre todos los puntos de nuestras propuestas”, dijo el ministro ruso, que pareció tomar como una pequeña victoria la apertura estadounidense a poner sus planteamientos por escrito y señaló que esa réplica podría llegar la semana próxima. Blinken comentó que tras la reunión con Lavrov —”conversaciones, no negociaciones”, precisó— se reunirá con el presidente Biden, el Consejo de Seguridad de la ONU y los aliados, antes de presentar sus “preocupaciones e ideas” a Rusia.

Militares rusos, este jueves tras aterrizar en Bielorrusia.
Militares rusos, este jueves tras aterrizar en Bielorrusia.HANDOUT (AFP)

El Ejército ruso sigue movilizando tropas cerca de las fronteras con Ucrania con soldados llegados desde distintos puntos del país, según las imágenes por satélite y también numerosos vídeos difundidos en redes sociales. Un despliegue al que se suman numerosas maniobras en sus flancos orientales, en Bielorrusia (también junto a las lindes con Ucrania), en el Cáucaso e incluso navales, en el mar Negro pero también en el Mediterráneo en otra exhibición de músculo militar. Moscú alega que puede movilizar a su Ejército como quiera dentro de sus fronteras.

La tensión no decae. Fuentes de los servicios de espionaje ucranios estiman que Moscú ha concentrado ya junto a sus fronteras a unos 106.000 soldados con armamento pesado y sofisticado; también a grupos tácticos. Además, también ha reunido tropas en la península ucrania de Crimea. Mientras tanto, Estados Unidos ha autorizado a Lituania, Letonia y Estonia a enviar misiles antiaéreos Stinger al Ejército ucranio, que ya ha recibido este mes misiles antitanque enviados por Reino Unido y que ha estado pidiendo durante meses más apoyo en materia de defensa y armamento adicional.

Los esfuerzos diplomáticos continúan. Este viernes, Putin y su homólogo finlandés, Sauli Niinistö, conversaron por teléfono sobre la situación. “Moscú”, le dijo Putin, según la transcripción del Kremlin, “espera la respuesta escrita, concreta y detallada prometida por los socios negociadores a los documentos preliminares sobre la provisión de garantías legales para la seguridad de Rusia”. Niinistö también habló esta semana con Biden.

Soldados ucranios realizaban maniobras militares en la región de Donetsk, el lunes.
Soldados ucranios realizaban maniobras militares en la región de Donetsk, el lunes.ANNA KUDRIAVTSEVA (REUTERS)

Los escenarios para una intervención rusa son diversos. Este viernes, uno de los servicios de espionaje ucranios desveló que tiene información de que Rusia está enviando mercenarios, equipamiento militar y toneladas de combustible a las regiones de Donestsk y Lugansk. La semana pasada, la inteligencia estadounidense afirmó que posee evidencias de que Moscú puede estar preparando una operación de falsa bandera en el Donbás, donde el largo conflicto se ha cobrado ya 14.000 vidas, en forma de “provocaciones” para hacer saltar la chispa en una situación muy tensa y disponer así de una excusa para intervenir de manera abierta en las regiones separatistas, en las que ha entregado alrededor de un millón de pasaportes rusos.

La guerra híbrida es parte del libro de jugadas de Kremlin. Y dentro de él, el uso de soldados sin bandera (como los llamados “hombres verdes” que entraron en Crimea en 2014) y de mercenarios, que ya utilizó ya en la guerra del Donbás, en Siria y en Libia como una fuerza ‘no oficial’ que actúa por los intereses del Kremlin. El miércoles, el presidente Biden declaró que cree que Putin volverá a intervenir militarmente en Ucrania, aunque sus palabras sobre que una “incursión menor” (como la que podría ser una operación para anexionarse formalmente el Donbás) tendría repercusiones menores contra Moscú que una invasión a gran escala causaron resquemor y alarma en Kiev y entre algunos aliados de la OTAN. “Debemos recordar que la agresión rusa no es un mero problema Ucrania-Rusia”, ha dicho este viernes el ministro de Exteriores ucranio, Dmytro Kuleba, en una nota de su departamento. “Es un problema de todo el sistema de seguridad europeo y euroatlántico. Si se permite que el complot del Kremlin para Ucrania tenga éxito, su apetito crecerá aún más y es probable que Occidente se enfrente todavía a más problemas con Rusia”, ha añadido.

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