EL PAÍS

El activista Reza Khandan: “La República Islámica está acabada. Solo esperamos que Occidente esté al lado del pueblo de Irán”

Para Reza Khandan (Tabriz, 59 años) cada día cuenta. Este diseñador gráfico y activista de derechos humanos está pendiente de entrar en la cárcel para cumplir una condena de seis años por manifestarse pacíficamente en la calle contra la imposición por ley del hiyab en Irán. Por motivos tan “ridículos como lucir en la solapa una chapa contra el velo obligatorio”, asegura, Khandan fue sentenciado el 22 de enero de 2019 por un tribunal de Teherán, donde fue acusado de “atentado contra la seguridad nacional” y “propaganda contra el Estado”. Un año antes, este activista había sido detenido por criticar en sus redes sociales el encarcelamiento y el juicio contra su esposa, la conocida abogada Nasrin Sotoudeh, condenada a 38 años de cárcel y a 148 latigazos por defender los derechos de las mujeres. Ambos han entrado y salido de la cárcel varias veces y sobre este matrimonio pesa la sombra de un encierro inminente. Pese a ello, Khandan se muestra sereno y afirma, en una conversación mantenida el 27 de marzo por videoconferencia desde Teherán con este diario, que “la República Islámica [el régimen iraní] está acabada”.

Pregunta. ¿Cuál es su situación judicial ahora mismo?

Respuesta. En 2019 fui condenado junto al [también activista] Farhad Meysami a seis años de cárcel por criticar en público el hiyab obligatorio. Estuve 111 días encerrado y me liberaron bajo fianza. Ahora estoy pendiente de entrar de nuevo a prisión. Esta incertidumbre es casi peor que la ejecución de la condena porque te impide llevar una vida normal. Cada día temes que vengan a tu casa y se te lleven.

P. Su mujer tiene pendiente el cumplimiento de una larga condena.

R. En 2018 condenaron a Nasrin a 38 años de cárcel y a 148 latigazos por ejercer la defensa jurídica de un grupo de mujeres que protestaron contra el velo. La acusaron de “promover la corrupción y la prostitución en la tierra”. Ella está en libertad bajo fianza desde hace un año y medio porque su salud en la cárcel corría peligro. Le han concedido varios permisos que van renovando. El último ha sido de cuatro meses y ya han pasado dos.

P. ¿Durante sus estancias en prisión, su esposa o usted han sido torturados?

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R. No hemos sufrido torturas físicas, pero sí psicológicas. Durante el Movimiento Verde [las protestas desencadenadas por el fraude electoral en las presidenciales de 2009], Nasrin fue encerrada en régimen de aislamiento. Estuvo muchos días sin ningún contacto con el exterior. Eso ya es tortura.

P.¿Cómo afectan a sus hijos las condenas de cárcel que pesan sobre ustedes?

R. En casa existe una preocupación permanente de que se nos lleven. En el pasado hemos estado encerrados los dos a la vez y mis hijos lo han pasado muy mal. En febrero me notificaron la entrada inminente en la cárcel [finalmente se pospuso] y la tensión en casa fue enorme. Nuestra vida está completamente pendiente de la cárcel. El estrés que soportan mis hijos es indescriptible.

P. ¿El régimen los acosa a ellos también?

R. Sí. Mi hija, que ahora tiene 23 años, no tiene permiso para salir del país. Desde los 11 años le han prohibido la salida varias veces. Hace dos años vinieron a buscarla de madrugada y se la llevaron para interrogarla. Legalmente, nadie de mi familia puede salir del país y desde hace dos años tenemos todas las cuentas bancarias confiscadas.

P. Se han cumplido seis meses del estallido de las protestas en Irán por la muerte bajo custodia policial de Mahsa Amini. ¿Cuál es la situación actualmente?

R. Las protestas en la calle han disminuido debido a la terrible represión y al brutal número de asesinatos. Aun así, cada viernes se organizan importantes manifestaciones en Zahedan [la capital de la provincia de Sistán y Baluchistan, en el sureste de Irán]. En cuanto al resto del país, la gente está viendo cómo vuelve a organizarse para actuar con mayor eficacia. Lo importante es que en estas protestas el pueblo exige el derrocamiento del régimen. Aunque antes pudiera desearlo, nunca creyó que podría conseguirlo. Y ahora, sí.

P. Pero el miedo es un arma muy poderosa…

R. Cuando en Irán cae la noche, la mayoría de los edificios hablan. Cuando la gente se siente segura, gritan consignas desde las ventanas y los balcones, y estas no solo proceden de los jóvenes, sino de toda la población.

P. Una parte de los iraníes apoya al régimen.

R. Los partidarios del régimen representan un porcentaje muy bajo. En las últimas elecciones, pese a toda la manipulación y las trampas que utilizó el régimen, no pudieron llevar a la gente a las urnas. La participación fue muy baja.

P. ¿La muerte del líder supremo, Ali Jameneí, podría generar un vacío de poder que quebrara el régimen?

R. No existe otro escenario que el fin de la República Islámica. Cuando Mohamed Jatamí fue presidente [1997-2005], el régimen no ofreció ninguna señal de cambio. Por lo tanto, no consideramos un cambio de liderazgo. La República Islámica está acabada.

P. ¿Qué hace falta para que se produzca este nuevo escenario político? ¿Solo tiempo?

R. El tiempo por sí solo no es suficiente. Pero se necesita tiempo para que la oposición dentro de Irán se organice y culmine la derrota del régimen.

P. ¿El hijo del sha, Reza Pahleví, podría encabezar una transición?

R. Reza Pahleví tiene sus partidarios dentro y fuera de Irán, pero el movimiento opositor que ha surgido en Irán es mucho más amplio y va más allá de una sola persona. La estructura que necesitamos para el futuro es una democracia, que está en contradicción con un sistema monárquico.

P. ¿Qué opina de que la embajadora suiza visitara en febrero la ciudad santa de Qom ataviada con un chador?

R. En el mejor de los casos, ha cometido un grave error. En un momento en el que las iraníes están siendo asesinadas por su forma de vestir, el gesto de la embajadora es como mínimo irrespetuoso y se quedará en la memoria colectiva de la gente.

P. ¿Quién cree que está detrás de las intoxicaciones masivas de alumnas que se han producido en las escuelas en los últimos meses?

R. Hace unos años, el líder supremo dijo a sus seguidores: “Podéis actuar por vuestra cuenta frente a los que no siguen los principios del islam”. Quienes están atacando las escuelas, si no son miembros oficiales de las instituciones gubernamentales, como mínimo tienen luz verde para actuar, y los órganos de inteligencia y de seguridad no les impiden atacar como están atacando, fácilmente. Igual que quienes atacan a las mujeres sin hiyab o quienes atacaron las embajadas británica y saudí.

P. ¿Qué espera de Occidente?

R. Que condene de manera absoluta la vulneración de los derechos humanos que perpetra la teocracia iraní. Y no esperamos que cambie este régimen por otro. Ese es nuestro deber como iraníes.

P. ¿Y Occidente está respondiendo?

R. El ministro de Asuntos Exteriores, Hosein Amir-Abdollahian, habló el 27 de febrero ante el Consejo de los Derechos Humanos de la ONU en Ginebra. Esto es inaceptable. Las fuerzas de seguridad han cegado 400 ojos, han matado a más de 500 personas y han arrestado a miles. ¡¿Cómo puede ser que el ministro de Exteriores hable de derechos humanos y justifique los actos del régimen ante la ONU?! Amir-Abdollahian tiene que ser juzgado y responder por sus actos. Solo esperamos que Occidente esté al lado del pueblo y no de los represores.

P. ¿En qué piensa en los momentos de miedo y desesperanza?

R. Es que nunca me siento solo ni aislado. Cuando he estado encerrado, me ha llegado un apoyo inmenso de la gente. Nosotros no tenemos armas, pero tenemos el calor de la población y eso nos da la fuerza para seguir. En el pasado, cuando arrestaban a alguien, la familia se mantenía en silencio. Ahora, los familiares denuncian en voz alta la detención y reciben el apoyo de la gente en todas partes. En las tiendas, en las escuelas, allí donde vayan encuentran apoyo.

P. ¿Tiene usted algún sueño?

R. No tengo un sueño. Tengo un deseo: vivir como la mayoría de gente en el mundo. Poder dormir tranquilos y no levantarnos con la noticia de una nueva ejecución. También me gustaría, en un futuro no muy lejano, estrechar la mano del traductor que le asiste en esta entrevista y que no muestra su rostro en la pantalla [durante la videoconferencia con ] por miedo a represalias.

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