El asesino de Highland Park había amenazado con matar a su familia y planeó otro ataque durante su huida

El asesino de Highland Park había amenazado con matar a su familia y planeó otro ataque durante su huida

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Robert E. Crimo comparece por vía telemática desde la cárcel ante un tribunal, este miércoles.Charles Rex Arbogast (AP)

Ni la estricta legislación de armas del Estado de Illinois ni la amenaza expresa de acabar con toda su familia lograron desactivar el potencial riesgo que suponía Robert E. Crimo, el joven de 21 años que el lunes mató a seis personas ―una séptima murió en el hospital al día siguiente― durante el desfile del Día de la Independencia en un rico suburbio de Chicago. De nuevo, como en el caso del asesino de Búfalo, que explicitó sus intenciones en internet, han vuelto a fallar los protocolos de seguridad, por lo que la investigación se centra también en averiguar cómo pudo comprar Crimo cinco armas legalmente, incluida la usada el lunes, pese a haber entrado doblemente en el radar de la policía en 2019, la primera vez por una tentativa de suicidio; la segunda, tras amenazar con “acabar con todos” los miembros de su familia. Ni siquiera la llamada ley de bandera roja, que permite a un juez desarmar a una persona con tendencias violentas ―tanto para impedirle comprar armas como para retirarle las que tuviera―, cumplió su cometido en este caso.

Sin posibilidad alguna de fianza por la amenaza que supone, Bobby Crimo, que durante su huida planeó otro ataque al toparse con el desfile patriótico en Madison (Wisconsin), a unos 100 kilómetros de Highland Park, se enfrenta a una posible cadena perpetua tras habérsele imputado siete cargos de asesinato, uno por cada víctima mortal. Pero las informaciones sobre el arsenal que atesoraba ―además de las cinco armas, una colección de cuchillos y un arco, decomisados en su día por la policía― plantean serias dudas sobre la idoneidad de la legislación vigente, calificada de “sólida” por los fiscales durante la lectura de los cargos, este martes. La ley de bandera roja vigente en el Estado de Nueva York no evitó tampoco que el asesino racista de Búfalo (diez muertos, en su mayoría afroamericanos), que previamente había expresado su intención de matar en su instituto, pudiera dotarse legalmente del arma con la que cometió la matanza en el supermercado. Como Crimo, también planeó otro segundo ataque, en su caso contra afroamericanos.

El sargento Chris Covelli, de la oficina del sheriff del condado de Lake, confirmó la compra legal de las cinco armas, pese a la constatación previa de que el comportamiento del joven sugería abiertamente la posibilidad de hacerse daño a sí mismo o a otros, como sucedió este lunes. Testimonios en las redes sociales añaden que pasó 45 minutos en una sinagoga de Highland Park el último día de Pascua, ataviado con ropa negra de estilo gótico, incluidos guantes, y una mochila.

La peligrosidad del sujeto quedó de nuevo de manifiesto cuando, según un comunicado de las autoridades publicado este miércoles, se planteó atacar también el desfile del Día de la Independencia en Madison, con el que dio de bruces en su escapada. Simplemente, se le planteó la oportunidad, a diferencia del ataque de Highland Park, premeditado y planeado “durante varias semanas”, según el sargento Covelli. Crimo disparó hasta 70 ráfagas con un rifle de alta precisión.

El joven compareció este miércoles por vía telemática ante un tribunal y confesó ser el autor de la masacre, pero sin mostrar arrepentimiento alguno cuando los jueces describieron lo ocurrido o nombraron a los fallecidos; dos de ellos, padres de un bebé de dos años que salió indemne. Crimo reconoció también haberse vestido de mujer y haberse maquillado para cubrir sus abundantes tatuajes, y escabullirse en el caos que provocó el tiroteo.

La policía local insiste en que aún se desconocen los motivos que impulsaron a Crimo a abrir fuego sobre la multitud, aunque sus perturbadoras publicaciones en redes sociales, probable indicio de un desequilibrio psicológico, y su claro apoyo al movimiento MAGA (Make America Great Again) de Donald Trump proporcionan ciertas señales. Pero no hay datos fehacientes que permitan determinar si se trató de un ataque racista, por motivos religiosos ―como apuntan los que denuncian su presencia en la sinagoga― u otras razones, aparte de la facilidad de acceso a las armas, incluso en un Estado tan restrictivo como Illinois, facilidad que deja en evidencia los agujeros administrativos que se tragaron la potencial amenaza.

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