El golpe más simbólico de Daniel Ortega en Nicaragua

El presidente nicaragüense Daniel Ortega, su esposa, la vicepresidenta Rosario Murillo) y su hija Camila Ortega, asisten en julio de 2019 a la conmemoración del 40 aniversario de la Revolución Sandinista.
El presidente nicaragüense Daniel Ortega, su esposa, la vicepresidenta Rosario Murillo) y su hija Camila Ortega, asisten en julio de 2019 a la conmemoración del 40 aniversario de la Revolución Sandinista.INTI OCON / AFP

Daniel Ortega ha asestado un duro golpe al sandinismo. El mandatario nicaragüense, exguerrillero reconvertido en autócrata, ordenó la detención el domingo de tres relevantes figuras sandinistas y antiguos compañeros de armas en la lucha contra la dictadura de la dinastía Somoza (1937-1979): Dora María Téllez, Víctor Hugo Tinoco y Hugo Torres.

Ortega zanja así una vieja deuda porque siempre consideró traidores a quienes dejaron el Frente Sandinista de Liberación Nacional (FSLN) —el partido que él controla— y más tarde se convirtieron en opositores a su régimen. “Así son las vueltas de la vida, los que una vez acogieron principios hoy los han traicionado”, dijo Torres en un vídeo grabado mientras su casa era asediada por la policía en Managua, minutos antes de su captura.

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Téllez, Tinoco y Torres representan al viejo sandinismo, el que combatió de forma clandestina, primero, y luego protagonizó feroces ofensivas contra la dictadura. Torres formó parte de un comando de 13 guerrilleros que en 1974 irrumpió en la casa de un importante ministro de Anastasio Somoza, José María Castillo, situada en una zona residencial de clase alta en Managua. Esa noche Castillo organizaba una fiesta y los invitados fueron hechos rehenes por los guerrilleros, una de las principales acciones del Frente Sandinista contra el somocismo que permitió la liberación de decenas de detenidos.

Torres también participó junto a Téllez en el asalto al Palacio Nacional, sede del Parlamento somocista, otra audaz operación de los rebeldes y uno de los mayores golpes a la dictadura. En 1973, con tan solo 20 años, Víctor Hugo Tinoco fue “reclutado” por la guerrilla del Frente Sandinista. Era un joven idealista, educado en los valores cristianos de justicia por sacerdotes francocanadienses, en un ambiente imbuido por la Teología de la Liberación, cuyo principio era la opción preferencial por los pobres.

“La revolución sandinista y toda la gesta heroica, de lucha de la juventud de los años setenta, fue básicamente antidictatorial, antidinástica y por la libertad de Nicaragua. Esas eran las aspiraciones fundamentales del grueso de los combatientes del Frente Sandinista. Estoy seguro, ahora lo entiendo a estas alturas, que había algunos sectores muy reducidos que tenían otras agendas, otros proyectos más ideologizados, pero el motivo que empujó a nuestra juventud de los setenta era acabar con la dinastía y lograr la libertad de Nicaragua”, dijo Torres en una entrevista con EL PAÍS en 2019.

Los tres exguerrilleros se distanciaron del Frente Sandinista tras la pérdida de las elecciones en 1990 y debido al control que Daniel Ortega comenzó a ejercer en el partido, acallando las voces críticas y cerrándose a una apertura democrática para las elecciones de los cuadros políticos de la organización, hasta convertirlo en un aparato personal, con él y su esposa, Rosario Murillo, actual vicepresidenta, como figuras centrales.

“Daniel Ortega se ha apropiado del partido de la revolución, el Frente Sandinista, lo ha desnaturalizado y lo ha convertido en su partido, en un partido familiar. Lo mismo que Ortega hizo con el FSLN, privatizándolo y convirtiéndolo en instrumento al servicio de sus intereses, ha hecho con todo el Estado. Hoy todas las instituciones del Estado están subordinadas políticamente a su voluntad. Y la subordinación que ha logrado Ortega en las instituciones es mayor que la que logró Somoza, porque en tiempos de Somoza había algún grado de independencia en el Poder Judicial y había jueces que se le paraban firmes a Somoza y actuaban con la ley en la mano”, escribió Torres en un análisis publicado por la revista Envío, de la jesuita Universidad Centroamericana.

Dora María Téllez, la mítica Comandante Dos de la revolución sandinista, aseguró en una entrevista con EL PAÍS en 2016 que Ortega pretende en Nicaragua “institucionalizar la sucesión familiar” para garantizar la permanencia en el poder del Frente Sandinista, que, en opinión de la exguerrillera, Ortega “parasitó” para convertirlo en “una entidad dominada por un caudillo” y una “organización familiar”.

“Ortega solamente muerto va a salir de la jefatura del Frente Sandinista, pero Rosario Murillo está en la línea de sucesión”, explicó Téllez. “A Murillo le han dado todo el poder. La sucesión es una llave que todavía tiene Ortega. Necesitan institucionalizar la sucesión familiar”, reiteró.

Debido a estas críticas y su posición para evitar una nueva dictadura en Nicaragua, los tres exguerrilleros, que mantienen vivo el sandinismo, fueron detenidos irónicamente por el hombre con el que alguna vez compartieron ideales de libertad, hoy convertido en déspota.

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