El juicio a una mujer que mató a su marido maltratador reabre en Francia el debate sobre la violencia machista

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Valérie Bacot, en 2019.
Valérie Bacot, en 2019.

El 13 de marzo de 2016, Valérie Bacot dijo basta al bucle de violencia, abusos sexuales y psicológicos al que la había sometido quien primero fuera su padrastro y después marido, a la par que proxeneta y, siempre, maltratador. Esa noche, en algún punto de una carretera de Saône-et-Loire, en el centro de Francia, tras una nueva amenaza por no haberse sometido a las demandas de uno de los clientes con los que la obligaba a prostituirse, y temiendo que pronto empezara a abusar también de su hija de 14 años, cogió la pistola de su marido y le pegó un tiro. Cinco años y tres meses después, comienza este lunes el juicio por asesinato en su contra, en medio de un renovado debate en Francia sobre los fallos del Estado para proteger a las mujeres de la violencia machista tras una nueva oleada de brutales feminicidios.

Bacot, de 40 años, afronta la cadena perpetua. Una campaña nacional, con más de medio millón de firmas, reclama que no tenga que volver a pisar la cárcel. Su caso ha sido comparado con el de Jacqueline Sauvage, la mujer condenada a 10 años de cárcel por matar a su marido tras 47 años de violencia conyugal y a la que indultó ese mismo 2016 el entonces presidente socialista François Hollande.

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“Todo el mundo lo sabía. Mucha gente tenía una idea de lo que me podía pasar en la intimidad del hogar. Los golpes, la violencia, las humillaciones diarias… Todas las inv ariables de esta vida que no es verdaderamente una vida. Un día, para que él no nos matara, lo maté yo”, escribe Bacot en Todo el mundo lo sabía, publicado en vísperas del juicio. Un libro que relata la terrible historia personal de Bacot, pero que expone, también, el fracaso de unas instituciones que no supieron proteger a una menor de maltratos y abusos sexuales primero, y después, ya como mujer adulta, de la violencia machista que sufría día sí y día también.

“No solo es violencia conyugal, hablamos de incesto, de violaciones, hablamos de fallos de la justicia, de todas las instituciones. Desde que era pequeña, se cometieron errores enormes contra una menor (…) y luego contra una mujer”, dice su abogada, Janine Bonaggiunta, especializada en violencia conyugal y derecho de familia y que espera obtener una condena menor.

Miedo todo el tiempo

Valérie creció en una familia disfuncional —a los cinco años, su hermano mayor abusó de ella sin que su madre, alcohólica, hiciera nada—, pero la verdadera pesadilla empieza cuando entra en su vida Daniel Polette. El camionero, 25 años mayor que Valérie, es la nueva pareja de su madre, aunque pronto empieza a fijarse en la hija. A los 12 años, la viola por primera vez. “Tenía miedo todo el tiempo”, escribe Bacot. Según su defensa, a partir de ese momento, la joven queda totalmente bajo la influencia de Polette. “Podemos hablar de secuestro, fue casi un encarcelamiento desde que era pequeña”, dice por teléfono Bonaggiunta, que también defendió a Jacqueline Sauvage.

En 1995, unos familiares denuncian los abusos contra Valérie. De la condena a cuatro años de cárcel, Polette solo cumple dos y medio, durante los cuales la madre de Valérie la obliga a visitar a su padrastro y violador a la cárcel, otra muestra de los fallos institucionales, apunta su abogada. “Ese hombre se coló por todas las grietas del sistema”, denuncia. Cumplida la pena, vuelve a casa de Bacot, sin que ninguna institución, nuevamente, haga seguimiento alguno. El patrón no tarda en repetirse. “Todo volvió a empezar rápidamente. Cada día, cuando volvía del colegio, me decía, tras la merienda: ‘Vamos, sube’. Yo sabía lo que quería decir. Y sabía que más me valía obedecer”, relató Bacot en entrevista con el diario Le Parisien.

A los 17 años, Valérie se queda embarazada de su padrastro. Su madre la echa de casa. Sin apoyos, no ve más salida que irse a vivir con su hasta entonces padrastro. Su “verdugo”, corrige su abogada. La pareja, que se casa en 2008, tiene cuatro hijos. Las palizas, las amenazas y la violencia psicológica son constantes. Hasta en dos ocasiones, sus hijos acuden a la policía a denunciar los maltratos. Nadie les escucha. “Acabas viviendo con la idea de que te lo mereces porque no haces las cosas como es debido”, dice Bacot, quien según sus abogadas y el comité creado para apoyar su defensa, no fue consciente del poder que ejercía su marido sobre ella hasta tiempo después. Fue durante el año que pasó en prisión después de que fuera hallado el cuerpo de Polette, que había enterrado con la ayuda de dos de sus hijos.

Además de las palizas y violaciones, a partir de 2004, Bacot se ve obligada a prostituirse en las áreas de descanso de una autopista. Su marido ejerce de proxeneta. “Si hubiera sido una serie de Netflix, la gente habría dicho que se han pasado”, dice Florian Maïly, portavoz del comité de apoyo a Valérie Bacot creado por media docena de conocidos de la mujer —amigos y vecinos como Maïly, dueño de la bolera a la que Bacot acudió los últimos años con sus hijos— para lograr que no tenga que volver a la cárcel. Su petición en la plataforma change.org ha logrado ya más de medio millón de firmas.

“No pedimos que se la absuelva”, precisa Maïly. “Ha habido un hombre que, pese a todo, ha muerto. Y tiene que haber una condena”. Pero considera que los jueces podrían condenarla a un año de prisión firme, que ya cumplió antes de obtener la libertad vigilada, y el resto una pena suspendida. Lo principal “es que no tenga que volver a pisar jamás la cárcel”, subraya.

“Ya ha cumplido su pena, hace 24 años que vive en una prisión, una prisión creada en parte con la complicidad del Estado, porque los servicios sociales no la ayudaron, porque la justicia no condenó a su padrastro a una pena más alta, porque tanto los adultos como las instituciones fallaron cuando esta niña de 17 años quedó embarazada. Es todo el Estado francés el que ha fallado”, insiste.

Ola de feminicidios

El juicio a Bacot se celebra en el mismo año en que Francia rompió el tabú sobre el incesto contra menores tras la publicación de La familia grande de Camille Kouchner, donde la hija del exministro y cofundador de Médicos Sin Fronteras Bernard Kouchner revela los abusos a los que sometió a su hermano gemelo de adolescente el padrastro de ambos, el también conocido politólogo Olivier Duhamel. Los cinco días de audiencias tienen lugar además tras una nueva ola de brutales feminicidios —como el de mayo en Mérignac, donde un maltratador varias veces condenado asesinó a su exmujer en plena calle quemándola con gasolina tras dispararle en las piernas para que no pudiera huir— que han puesto de nuevo en evidencia los fallos del sistema.

Una sensibilización de la sociedad que la abogada Bonaggiunta espera ayude a Bacot y, sobre todo, que impulse un cambio profundo de las instituciones. Porque “todo el mundo critica, se habla y se habla, pero al mismo tiempo seguimos con los textos (jurídicos) de antes, en posiciones ancladas y ancestrales. Así no podemos seguir”, advierte.

Mientras, Bacot, que tampoco pide su absolución —”le he quitado la vida a alguien, es normal que vaya a la cárcel”, ha declarado—, se dice ansiosa por afrontar de una vez un proceso que, espera, también sea un juicio contra el hombre que destruyó su vida. “Lo veo un poco como un combate contra él. Espero lograr ser más fuerte que él, poder ganarle por una vez en la vida”.


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