El ministerio de Subirats busca su propio espacio

El Ministro de Universidades Joan Subirats este martes en La Moncloa.
El Ministro de Universidades Joan Subirats este martes en La Moncloa.Victor Sainz

Joan Subirats estaba llamado al ninguneo en su presentación ante los medios de comunicación, que tuvo lugar este martes tras una triple reunión conjunta de los ministerios de Sanidad, Educación y Universidades con los consejeros autonómicos para tratar el regreso a las aulas tras el convulso parón navideño por el repunte pandémico. Un ministro de Universidades es el hermano pobre en una rueda de prensa sobre la pandemia: la batuta la lleva siempre su homóloga de Sanidad (Carolina Darias) y suele importar más a la prensa lo que diga el responsable de Educación (8,2 millones de alumnos y unos padres preocupados por la salud y la conciliación familiar) que el de los campus (1,5 millones de universitarios hechos y derechos).

Pero, a diferencia de su antecesor, Manuel Castells ―que quería ser conocido a través de sus actos, no de sus palabras―, cuando llegó su turno, Subirats se esforzó por no repetir por tercera vez lo mismo y con un retraso 15 minutos, así que optó por lo conceptual (“Hay que evitar la sensación de constante cambio en la situación sanitaria, generar certidumbre, sensación de protección”) ―por algo es catedrático en Ciencias Políticas― y por contar de primera mano su propia experiencia como docente de nuevo en la Autónoma de Barcelona. No se le veía incómodo, domina la situación tras su paso por la política municipal en Barcelona y, sabedor de que “la coyuntura” no le era propicia, emplazó a hablar pronto de Universidad en otro escenario.

El entorno de Subirats en el ministerio ―creado por el reparto de carteras del PSOE con Podemos hace dos años― ya ha avanzado que tendrá un perfil mucho más político ―es el ideólogo de cabecera de la alcaldesa Ada Colau― y cercano a los medios que Castells. A su predecesor no se le vio en un mes ―apareció por sorpresa en la Universidad del País Vasco y está inmortalizado en un tuit―, dio apenas una rueda de prensa en ocho meses ―terminó culpando a Moncloa de su ausencia― y ni siquiera participó en un desayuno de toma de contacto de su equipo con la prensa a las pocas semanas de llegar. Como hermano pobre, Universidades se desperdiga por donde le dejan dentro del edificio del Ministerio de Economía, lo conforman poco más de un centenar de personas y cuenta con un presupuesto de apenas 258 millones de euros.

Ir contra corriente

Aunque Castells trató de frenar esta invisibilidad mediática nueve meses después, ya no hubo forma y Twitter le despidió como el ministro que no había hecho nada, aunque los decretos, las becas, las tasas o la ley de convivencia universitaria digan lo contrario. Subirats no parece dispuesto a dejarse llevar por esa corriente y en la rueda de prensa ―preguntado por si entendía la división en dos ministerios de Ciencia y Universidades, al contrario de Castells― reivindicó su papel de ministro: “Es difícil que una persona que lleva 47 años en la universidad no considere que sea importante tener un ministro de Universidades”.

El 20 de diciembre el catedrático tomó posesión del cargo, ha pasado las Navidades poniéndose al día en su despacho madrileño, y el próximo lunes, pasadas las fiestas, empezará a reunirse con la comunidad universitaria, tras unas primeras entrevistas con los ministerios más próximos a su tarea. Los estudiantes, que andan a la gresca desde noviembre, le han afeado en un comunicado no haberse reunido con ellos y, lejos de achantarse, en la rueda de prensa Subirats les recordó que tampoco lo ha hecho con los rectores. A principios de febrero debería estar redactada una nueva versión de la Ley Orgánica de Universidades (LOSU) que contente a posiciones que, en principio, parecen antagónicas.

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