El primer ministro, Viktor Orbán, a finales de noviembre en Budapest.

Hungría impide que la UE participe activamente en la cumbre de las democracias convocada por Biden

El primer ministro, Viktor Orbán, a finales de noviembre en Budapest.
El primer ministro, Viktor Orbán, a finales de noviembre en Budapest.BERNADETT SZABO (Reuters)

La Unión Europea será poco más que una convidada de piedra en la cumbre mundial de las democracias convocada por Joe Biden que se celebrará de manera virtual el jueves y el viernes de la próxima semana. Hungría, el único país de la UE que no ha sido invitado por el presidente de Estados Unidos, ha vetado que el club comunitario participe en la cita con una posición común que incluya cualquier tipo de compromiso jurídico o financiero.

El presidente del Consejo Europeo, Charles Michel, y la presidenta de la Comisión Europea, Ursula von der Leyen, que asistirán a la cumbre convocada por Biden en representación de la UE, tendrán que limitarse a intervenciones que recojan los principios previstos en el Tratado de la Unión para la política exterior comunitaria, que se basan en la democracia y el Estado de derecho. Pero no podrán ofrecer ningún compromiso concreto vinculante porque el Gobierno de Viktor Orbán se ha negado a dar su luz verde.

Las maniobras para esquivar el veto del primer ministro húngaro no han dado resultado. Fuentes comunitarias señalan que “el servicio jurídico del Consejo [de la UE] ha confirmado que si no hay consenso, la Unión no puede presentar su contribución” a la cumbre. Orbán, en cambio, no puede impedir que Michel y Von der Leyen participen en la cumbre organizada por EE UU. Según las fuentes consultadas, ambos mandatarios europeos aprovecharán textos pactados con anterioridad por el Consejo, en particular, unas concusiones adoptadas en octubre de 2019 en defensa de la democracia.

La cumbre de las democracias fue anunciada por Biden durante su batalla electoral con el anterior presidente, Donald Trump. Pero el liderazgo democrático de EE UU quedó en entredicho poco después, cuando el candidato republicano acusó al demócrata de pucherazo y los seguidores más fanáticos del anterior presidente tomaron por asalto el Congreso estadounidense.

A pesar del deterioro de la imagen internacional de EE UU, Biden mantuvo la idea de la cumbre tras su llegada a la Casa Blanca. “Ninguna democracia es perfecta”, reconoció después el presidente. Y advirtió que “la democracia no ocurre por accidente, hay que defenderla, luchar por ella, fortalecerla, renovarla”. Y anunció para el 9 y 10 de diciembre la primera de las dos cumbres que pretende celebrar.

La convocatoria no causó demasiado entusiasmo en las capitales europeas. Fuentes diplomáticas europeas apuntaban el riesgo de que la cita acabase interpretándose como un intento occidental de repartir credenciales democráticas al resto del mundo. En Bruselas tampoco pasaba desapercibido el riesgo de que algunos socios comunitarios no fueran considerados verdaderamente democráticos por Washington, con Polonia y Hungría como posibles excluidos.

La amenaza se ha cumplido en el caso de Hungría y el Gobierno de Orbán no ha sido invitado a una cita en la que tienen previsto participar más de un centenar de países de todos los continentes. Además de 26 de los 27 países de la UE, el listado incluye, entre otros, a Irak, México, Brasil, República Democrática del Congo, Pakistán o Taiwán. Las ausencias previsibles más destacadas son las de China, Rusia, Turquía, Irán o Corea del Norte. Y es evidente también el vacío del mundo árabe, desde Arabia Saudí hasta Marruecos.

En el caso europeo, Washington parece haber trazado una línea divisoria entre Polonia y Hungría. Ambos países están sujetos en Bruselas a un procedimiento en base al artículo 7 del Tratado de la UE por presunta violación de los valores fundamentales del club. Y la Comisión Europea mantiene desde hace años una batalla legal continua para impedir la deriva autoritaria del partido Fidesz de Orbán y de Ley y Justicia (PiS), presidido por el vice primer ministro polaco Jaroslaw Kaczynski.

La Comisión ha exigido a Polonia que dé marcha atrás en las reformas judiciales que amenazan la independencia de los jueces polacos. Y este mismo jueves, la Comisión ha dado un ultimátum a Budapest para que retire la ley que prohíbe o limita la difusión de contenidos relacionados con la comunidad LGTBI. En caso contrario, Bruselas denunciará a Hungría ante el Tribunal de Justicia de la UE.

Pero a diferencia de Kaczynski, Orbán mantiene y cultiva estrechos lazos con el presidente ruso, Vladimir Putin. El primer ministro húngaro es observado en algunas capitales occidentales como un caballo de Troya del Kremlin dentro de la UE y de la OTAN. Esa desconfianza parece haber pesado más que el autoritarismo en la decisión de Washington de dejar fuera a Orbán de la cumbre de la democracias. La exclusión es un revés diplomático para el primer ministro húngaro, pero también puede provocar sonrojo en los dirigentes de la UE que participarán en una cumbre que no considera democráticos a todos los socios comunitarios. Orbán incluso era miembro del Partido Popular Europeo (el de Von der Leyen) hasta que Fidesz retiró a sus eurodiputados del grupo parlamentario a principios de este año.

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