La Generalitat valida el voto de censura contra Bartomeu con nuevas medidas

Piqué deja el campo tras ser expulsado ante el Ferencváros.
Piqué deja el campo tras ser expulsado ante el Ferencváros.ALBERT GEA / Reuters

Ronald Koeman no pecó de ingenuo, tampoco de ignorante. Sabía la situación del Barcelona antes de aceptar el reto de revitalizar al equipo después de la peor derrota de su historia en la Liga de Campeones ante el Bayern en Lisboa (2-8). El técnico holandés era consciente de que el vestuario estaba dividido, todavía con viejas rencillas desde el adiós de Ernesto Valverde y otras disputas de poder que están lejos de resolverse. “Hay que hacer cambios. Solo quiero trabajar con jugadores que quieran estar aquí”, anticipó en su presentación. También Koeman tenía perfectamente clara la debilidad de la junta de Josep Maria Bartomeu. No esperaba, en cualquier caso, una moción de censura ni mucho menos que el vestuario se atomizara en la víspera de una rebaja salarial general para esta campaña promovida por la directiva, después del burofax enviado por los capitanes en contra de la mesa de negociación.

Con esta máxima de dividir para reinar, la junta de Bartomeu no quería que le volviera a suceder lo que ya le había pasado en marzo, cuando negoció una reducción de ingresos de la primera plantilla para mitigar los efectos económicos de la crisis de la covid-19. Entonces, los jugadores secundaron a su capitán Leo Messi con un comunicado en las redes sociales en el que aceptaban reducir su salario pero criticaban a la junta. “No deja de sorprendernos que desde dentro del club hubiera quien tratara de ponernos bajo la lupa…”, protestaron. Esta vez, la directiva tenía una carta a su favor para conseguir la “adecuación salarial transitoria” (pagar en las próximas temporadas lo que se ahorren en la presente, circunstancia que gravará y condicionará la política de la próxima junta directiva): las renovaciones de contrato. Descartados los nuevos fichajes, que ya firmaron un vínculo de acuerdo a las necesidades económicas del club, la directiva buscaba un nuevo convenio para jugadores con proyección y también para alguna vaca sagrada con peso político.

“El problema no solo es de la junta que ofrece sino también de los jugadores que aceptan, ¿no?”, entienden en los despachos del Camp Nou. Ter Stegen (28 años), que negociaba su nuevo contrato desde hace meses, aceptó su nuevo vínculo y firmó hasta 2025. También lo hicieron De Jong (23 años) y Lenglet (25 años) hasta 2026. Los tres formaban parte de la lista de jugadores intransferibles que Bartomeu reveló en agosto tras la debacle de la Champions. No estaba en esa enumeración de futbolistas azulgrana Piqué (33 años), renovado también hasta 2024 (su vínculo anterior expiraba en 2022). No hay noticias en cambio sobre la continuidad del capitán Messi, cuyo contrato expira el 30 de junio y, por tanto, queda libre para negociar con cualquier club a partir de enero. Habrá que esperar para conocer la respuesta del 10. Mientras, el club ha ampliado los contratos de estos cuatro futbolistas a cambio de rebajarles el sueldo y así disminuir la masa salarial global.

Piqué había sido el único azulgrana que se había puesto su puesto a disposición del club tras el 2-8 de Lisboa (además de Messi, pero sus motivos eran otros). “Soy el primero que me ofrezco si tiene que venir sangre nueva y cambiar esta dinámica”, aclaró en el Estadio da Luz. En cualquier caso, también sobre el césped, subrayó: “El club necesita cambios estructurales de todo tipo, no hablo de jugadores ni entrenadores y no quiero señalar a nadie”. La relación entre Piqué y la junta de Bartomeu ha tenido sus más y sus menos. Fue el catalán quien hizo de puente para que el Barça pactara con Rakuten, uno de los principales patrocinadores (55 millones por temporada), y también el productor de la serie MatchDay, que contaba las andanzas del vestuario en la temporada 2018-2019. “Lo vi muy afectado”, expuso sobre las explicaciones de Bartomeu a los capitanes tras estallar el Barçagate. Messi no pensaba lo mismo: “Todo me parece muy raro”. La directiva, esta vez, volvió a contar con el apoyo de Piqué. Necesitaban rebajar los sueldos y el catalán aceptó la adecuación salarial a cambio de dos años más de contrato.

La masa salarial del primer equipo es la prioridad de la directiva. La temporada pasada alcanzó los 636 millones (66% del total de gastos). Después de desprenderse de Luis Suárez, Rakitic y Vidal (entre los tres cobraban cerca de 60 millones), el club busca apretar más el cinturón de los jugadores después de que haya estimado para la campaña 2020-2021 unos ingresos de 791 millones. Una estimación optimista si se tiene en cuenta que se realizó el plan con la idea de que en diciembre el Camp Nou pueda tener un aforo del 25% y en febrero, del 100%. El Barça presupuestó los ingresos, pero no los gastos. Sin pacto con los jugadores, no hay cuentas que cuadren. Los salarios no deportivos, para los que también buscan una fórmula similar a la del primer equipo, fueron el curso pasado de 51 millones (5% de los egresos).

La deuda neta

“Nos piden sacrificios a nosotros y durante el mercado de fichajes el club siguió gastando dinero”, sostiene un empleado. El Barça invirtió 12,5 millones en fichajes para el filial y 124 en el primer equipo (el tercero que más gastó en Europa, tras el Chelsea, 247, y el City, 163). Los traspasos, en cualquier caso, fueron de 126,5 millones en el primer equipo y 10,9 en el B. La deuda del Barcelona es de 820 millones, y se cifra en 488 si se descuentan los saldos a cobrar. En cualquier caso, de esos 488, el 50% fue para afrontar fichajes, el resto para el Espai Barça y créditos ordinarios. “Me preocupa que el impacto de la pandemia sea el menos posible”, insiste Jordi Moix, vicepresidente económico del club.

La junta de Bartomeu llegó a la temporada 2019-2020 con 133 millones de resultado positivo acumulado. Ocurrió que la campaña pasada el club cerró el ejercicio con 97 millones de pérdidas. Hoy, el cojín de la directiva es de 35 millones. Si el Barça cierra el balance 2020-2021 con un resultado negativo superior a 35 millones lo tendrá que avalar la junta de Bartomeu. El Barcelona, en cualquier caso, pidió al Consejo Superior de Deportes, junto al Athletic, Osasuna y Real Madrid (los cuatro que no son SAD), que las pérdidas se computen como de fuerza mayor y no tengan que ser avalados con el patrimonio de los directivos.

“Nuestro ejercicio 2019-2020 está auditado y sin salvedades. Esperamos a ver qué resuelve el CSD”, dicen en el club. Si la moción de censura prospera y la junta deja el cargo, no tendrán que responder por el balance de la corriente temporada. “En ese sentido estamos tranquilos, solo contemplamos estos ajustes por una cuestión de responsabilidad con el club”, concluyen desde los despachos momentos antes de iniciar este miércoles la mesa de negociación, a la que no piensan acudir los jugadores, que declinan el escenario y a quienes disgusta tener solo un representante. La mesa tiene fecha de caducidad: el 5 de noviembre, tres días después del voto de censura, previsto para el 1 y 2 del mismo mes, siempre que cuente con el visto bueno de la Generalitat, que hoy decidirá al respecto en una reunión con el Barcelona.


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