La socióloga Shirali sobre las protestas en Irán: “Los jóvenes refugiados en la indiferencia han despertado”

La socióloga Shirali sobre las protestas en Irán: “Los jóvenes refugiados en la indiferencia han despertado”

Mahsa Amini, la joven de 22 años detenida por llevar mal puesto el velo y cuya muerte bajo custodia policial ha sido el detonante de las actuales protestas en Irán, no era una opositora. No se le conoce actividad política ni declaración alguna contra el régimen iraní. “Era solo una chica que caminaba por la calle y que tuvo la desgracia de atraer la atención de la Policía de la Moral”, explica por teléfono desde París la socióloga Mahnaz Shirali (Teherán, 56 años). Ese carácter apolítico de Amini, su muerte por algo tan banal como mostrar unos mechones de pelo, “ha despertado” a una parte de la sociedad, sostiene la autora de la obra Fenêtre sur l’Iran, le cri d’un peuple bâillonné (Ventana sobre Irán: el grito de un pueblo amordazado). En ese despertar colectivo, Shirali destaca especialmente a los jóvenes que se “sentían a salvo de la violencia del régimen refugiados en la indiferencia” y que ahora están en las calles, en lo que la especialista define como “un grito pidiendo ayuda” frente “a una violencia del Estado que tiene como blanco prioritario a las mujeres desde 1979″.

Pregunta. El régimen iraní tiene una larga historia de represión, ¿qué ha sido diferente en la muerte de esta joven?

Respuesta. Desde hace 43 años, la República islámica reprime a los opositores, a los que encarcela y tortura, pero esta chica no era una opositora. Era una muchacha que lo único que hizo fue caminar por la calle al lado de su hermano en Teherán y que, como era joven y guapa, atrajo la atención de la Policía de la Moral, que la detuvo y la mató a golpes. De ahí que la suerte trágica que corrió haya despertado a esos jóvenes que no se mezclaban antes en política y que estaban encerrados en su vida cotidiana. Ahora, también ellos se sienten en peligro y se dicen: “Aunque no hagamos nada, [el régimen] nos persigue”. Han comprendido que lo que le pasó a Mahsa Amini podría sucederle a cualquiera. Y ya hay 50 muertos, y la represión continúa.

P. ¿Por qué tantos jóvenes eran indiferentes?

R. Cuando vives en una sociedad en la que tu voluntad no cuenta nada, la reacción es la indiferencia. No me dejáis participar, pues yo paso, pero ese pasotismo era un mecanismo de autodefensa. Ahora, si se mira a la gente que está en la calle, tienen entre 20 y 25 años.

P. La retirada del velo es ya un símbolo. ¿Qué significa esta prenda para las iraníes?

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R. Al obligar a una mujer a llevar el velo, se la está forzando a hacer algo porque tiene un cuerpo diferente del de los hombres. Es una discriminación sexual que estigmatiza el cuerpo de la mujer. La obligación del velo es comparable a la esclavitud, por la que una parte de la población trabaja sin salario a causa del color de su piel. La esclavitud y el velo islámico se convierten en lo mismo: las dos obligan a poblaciones a comportarse de una manera diferente a causa de las características de su cuerpo. En todo el mundo musulmán se considera a las mujeres un ser humano de segunda categoría; la vida de una mujer vale la mitad que la de un hombre. [El velo] es una discriminación y un insulto, y el patriarcado, uno de los pilares del régimen iraní. Lo que no quieren ni las mujeres ni los hombres iraníes es este régimen. Hay iraníes que están diciendo [a los ayatolás]: “Incluso si nos permitís hacer striptease en las calles de Teherán, no queremos este régimen que nos ha reprimido, que nos ha humillado durante tantos años”. En Irán, la población ha padecido crueldad tras crueldad. La muerte de Mahsa Amini ha sido la gota que ha desbordado el vaso.

P. ¿Es novedosa la presencia de hombres en estas manifestaciones?

R. Una solidaridad verdadera se ha creado entre los hombres y las mujeres en Irán. Y es la primera vez desde hace 40 años que vemos una cierta igualdad entre hombres y mujeres.

P. Las protestas carecen de liderazgo político, pero parecen estar muy organizadas.

R. El líder de las protestas son las redes sociales. Es en ellas donde se organizan los iraníes, que hacen además un uso singular de las redes al utilizar programas informáticos que les permiten compartir información sobre las protestas.

P. ¿Irán se está talibanizando?

R. El régimen iraní es peor que el de los talibanes, solo que intenta ofrecer al mundo una imagen aceptable. Los talibanes no han hecho nunca a las afganas lo que se hace a las iraníes. En Irán, el año pasado, a una mujer le arrancaron los ojos [por haber arrojado ácido a la cara de su expareja]; a otras mujeres, víctimas que habían tratado de defenderse de una violación y matado a su agresor, las ahorcaron al día siguiente de ser agredidas. A una abogada [Nasrin Sotoudeh] la condenaron a 38 años de cárcel y, como se quitó el velo ante el tribunal, a 148 latigazos. Lo que la República Islámica hace a las mujeres es más bárbaro que el proceder de los talibanes, pero, como la región es islámica, el régimen de los ayatolás parece casi normal cuando, en realidad, la iraní ha sido y es la víctima principal de la violencia del Estado.

P. Pero las iraníes, al contrario que las afganas, pueden estudiar y trabajar.

R. La sociedad que se encontraron los ayatolás en 1979 estaba muy adelantada, a diferencia de la afgana. Había ministras, cirujanas y jueces y comprendieron que no podían transformarla de la noche a la mañana. Así que decidieron hacerlo por etapas, y lo primero fue tratar de reprimir a las mujeres. Los derechos que tienen las iraníes no son una concesión de los religiosos, sino una historia de resistencia de las mujeres con uñas y dientes.

P. Parece difícil que las protestas provoquen un cambio de régimen.

R. Es muy difícil derrocar a un régimen que tiene en sus manos todo el poder, dos ejércitos [el regular y la Guardia Republicana] a su disposición y que dispone de la riqueza del país, pero la historia de la humanidad nos enseña que ningún régimen ha podido resistir contra la voluntad de un pueblo. Lo que no sabemos es el precio que los iraníes tendrán que pagar por ello, ni cuántos tendrán que morir para conseguirlo.

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