La Universidad de 2035: diversa, feminizada y con más alumnos


Con la tasa de natalidad por los suelos en España, cuando uno piensa en la Universidad de 2035 la imagina con facultades semivacías. Pero el Grupo Estudios Población y Sociedad (GEPS) ha hecho unas estimaciones hasta 2035 que sorprenden: el número de matrículas alcanzará cotas nunca vistas en el país, para una universidad más mestiza y con más alumnas todavía, en unos campus más sostenibles, internacionales y con estudios multidisciplinares. La suma de grado y máster equivaldrá en 2035 a algo más de 1,9 millones de estudiantes, frente a los 1,5 millones de 2018 (un 27% más), según un cálculo conservador logarítmico, y 2,2 millones según una estimación potencial (más arriesgada, que prevé un aumento del 31%).

¿Qué explica este furor por la Universidad? En los próximos 15 años van a inscribirse en grado o posgrado las cohortes de nacidos entre 1997 y 2008 —para 2035 tendrán entre 27 y 38 años—, cuando en España se vivió un boom de natalidad por la bonanza económica y en el que las madres inmigrantes tuvieron un papel protagonista. A partir de 2035 —hacer proyecciones más allá sería aventuado— las cifras descenderán porque en los primeros cursos se matricularán menos jóvenes.

Rafael Pujol, presidente de UNIR, demógrafo y rector de la Universidad Complutense entre 1995 y 2003, firmó un estudio “modesto” en el que no erró en sus cálculos de bajada en las matriculaciones para principios del siglo XXI y con esta idea en mente encargó a GEPS este Universitarios en España. Estudio demográfico de la demanda (2030-2035) al que ha tenido acceso este periódico. “En la Universidad pública llevamos 20 años perdiendo alumnos. En las asignaturas obligatorias que había 100 alumnos ahora hay 50, por eso sorprende este crecimiento que es especialmente notable en máster”, sostiene David Reher, catedrático de Ciencias Políticas de la Complutense y coautor del monográfico.

España ha pasado en un siglo de ser un país iletrado, en el que la Universidad era solo terreno de las élites masculinas a principios del siglo XX (5% de titulados), a tener unas tasas de titulados ―por encima del 30% entre los nacidos después de 1975― a la altura del resto de Europa. Los diferentes gobiernos desde principios del XX concluyeron que sin preparación no se progresaría social y económicamente y el arreón definitivo llegó con la Ley General de Educación de 1970. En la década de los ochenta se dobló el número de estudiantes.

La matemática Vera Sacristán, directora del Observatorio del Sistema Universitario ―que agrupa a las cuatro universidades públicas de Barcelona― cree que la subida va a estar condicionada por el “coste de oportunidad”. “Si a los jóvenes les compensa que su trabajo sea estudiar o prefieren ponerse a trabajar. Con las crisis económicas está visto que las aulas se llenan”. Por ello es probable que aún más jóvenes ingresen en la Universidad con la crisis económica que azota ahora. Ya se ha observado con los alumnos de primer curso este año.

Matriculaciones. En la carrera los 1,3 millones de universitarios de 2018-2019 pasarán a ser 1.618.283 en 2035 según la previsión moderada, 41.000 más con la más comprometida, una diferencia muy pequeña. El máximo de inscripciones se alcanza en 2030 ―crece en los centros presenciales― y desde entonces cae porque estudiarán cohortes nacidas tras el batacazo en natalidad.

Las estimaciones convergen menos en el caso del máster: la logarítmica prevé que los 214.000 alumnos de 2018-19 serán 15 años después algo menos de 300.000 y la tendencial [arriesgada] habla de 575.000 (se dobla el alumnado salvo en los posgrados privados online donde se multiplican por cuatro). En ambas opciones el incremento en posgrado es “robusto” según sus autores.

“Los másteres oficiales empezaron con Bolonia en 2008 [antes eran títulos propios de las universidades] y tienen un gran margen de mejora. La gente es consciente de que se queda obsoleta en el trabajo y busca un postgrado. Probablemente la realidad esté más próxima a la estimación tendencial”, sostiene Puyol. “Lo que queda claro es que no sobran universidades, lo que no significa que no se pongan límites para su creación. Tiene que haber unos criterios de calidad”, sostiene el exrector. La formación continua ―para reciclarse― tendrá también mucho protagonismo en un mundo que te fuerza cada vez más a reinventarte.

Avance de la privada. El estudio pronostica, también, que en posgrado la Universidad privada adelantará a la pública. En 20 años esta última ha pasado de reunir al 90% de los inscritos al 75%. Se estima que en las universidades privadas, el alumnado de grado crecerá en torno al 25-30% hasta 2035, mientras que en las públicas no presenciales apenas aumentará.

La UNED, por su parte, ha dejado de tener junto a la Oberta de Cataluña la hegemonía de la formación online, dejando espacio a universidades privadas como UNIR, UDIMA o la Isabel I de Castilla. Desde 1998 no se inaugura una universidad pública ―hay 50― en España mientras las privadas están a punto de llegar a las 40. Falta por ver cómo afecta la criba de calidad que van a tener que pasar todos los centros cuando se apruebe en unas semanas el decreto del Ministerio de Universidades. Frenará que se creen nuevas sin apenas medios y forzará a reciclarse a más de una.

Más mujeres. “Es una excelente noticia la manera en la que las mujeres en España se han incorporado al mercado laboral y eso va a suponer que las pensiones no contributivas sigan bajando”, se alegra Reher. “El 40% de las mujeres de 70 años no tienen estudios mientras más del 30% de las jóvenes son universitarias, 15 puntos por encima de los hombres. Es una cosa impresionante”. Ahora ellas se van a hacer fuertes en los posgrados y en las universidades online privadas, en las que eran minoría.

Los autores de GEPS creen que en España no se ha dedicado la atención que merece el avance de las mujeres. Recuerdan que en las últimas oposiciones a jueces y fiscales ellas lograron el 70% de las plazas y por este año siete de cada diez nuevos alumnos de Medicina son mujeres. “Desde la adolescencia hay un comprtamiento diferenciado en los estudios. Ellas siempre ganan, en notas, escolarización…”, sostienen los investigadores.

Mestizaje. Apenas hay literatura científica del ingreso de los inmigrantes en la Universidad. Un 25% de los nacidos fuera, según un estudio de la Universidad de Comillas, posee estudios superiores, pero es la segunda generación, la nacida en España, la que da el paso de matricularse en las aulas del país de acogida. “Se ve cada vez más inmigrantes en clase, pero por debajo del porcentaje que les correspondería”, se lamenta Reher. El curso pasado este colectivo representaba el 9,9% del total de escolares.

Reher siente que no existan datos. En 2007 junto al INE realizó la Encuesta Nacional de Inmigrantes, con 15.500 entrevistados ―“fue carísima”― y el proyecto se quedó a medidas por la crisis económica de 2008. “La idea era hacer luego módulos, con 3.000 encuestas, sobre la utilización de los servicios públicos, como la Universidad, y no se hizo. Una pena, podría valer para conformar políticas que estimulasen la movilidad social. Las costuras de la estructura de población en España van a estallar y los inmigrantes han llegado para quedarse”, recuerda Reher, promotor del Centro de Estudios del Envejecimiento. “Nos hubiese servido para ver el comportamiento en el ingreso por nacionalidades”, prosigue. La comunidad marroquí es la más numerosa, seguida de la rumana, la británica (la mayoría, jubilados que no estudiarán) y la colombiana.

Cosmopolitas. “Europa es nuestro barrio y la ciudad el mundo. Por eso se necesitan procesos de internacionalización”, pedía Josep Maria Garrell i Gui, rector de la Universidad Ramón Llull, en la presentación el pasado octubre de Universidad 2030 ¿Qué sociedad queremos dentro de 10 años?, una reflexión virtual sobre el futuro de la conferencia de rectores (CRUE). Los cimientos están puestos. Veinticuatro universidades españolas —solo dos privadas— han sido seleccionadas para un programa de la Unión Europea que enviará en las próximas décadas a universitarios y a la plantilla a estudiar o trabajar en otro centro europeo del mismo consorcio ―hay un total de 41 alianzas europeas― sin burocracias.

Así, un alumno podrá empezar la carrera en la Rovira i Virgili, seguirla en Islandia y terminarla en Ámsterdam, porque la universidad tarraconense forma parte del consorcio Aurora junto, además, a las universidades de Insbruck (Austria), Palackévo v Olomouc (República Checa), Federico de Nápoles (Italia), Handelshøjskolen i København (Dinamarca), East Anglia (Reino Unido) y Duisburg-Essen (Alemania). Juntas suman en Aurora 260.000 estudiantes y 30.000 trabajadores (más de 18.000 de ellos investigadores). La idea de todas las alianzas es conseguir el apoyo de ayuntamientos, gobiernos regionales y actores sociales de cada zona de influencia. Presumiblemente, sin la financiación europea, otras instituciones tejerán asociaciones con homólogas de otros países. Muchas privadas ya tienen cerrados convenios con campus de medio mundo por su cuenta y es una de sus grandes bazas para atraer alumnos que quieren moverse a otros países durante parte de su formación.

Nuevas carreras. El 85% de los empleos que habrá en 2030 no existen en la actualidad, afirmó en 2017 un popular estudio del Institute for the Future firmado por extertos en tecnologías, académicos y expertos en negocios. Así que las universidades deben adaptarse. Los rectores españoles saben que hay una sobreoferta de títulos y que hay que adaptarse al mercado. Se necesitan grados que amueblen la cabeza con los conocimientos básicos para luego especializarse en inteligencia artificial, realidad virtual o aumentada, robótica…. En el encuentro de la CRUE Nekane Balluerka, entonces rectora de la Universidad del País Vasco, reclamó que se haga con “un currículum compartido con las empresas como ocurre en Alemania y Francia, porque está visto que mejora la empleabilidad”.

¿Sobran universitarios? Hoy uno de cada tres jóvenes titulados está sobrecualificado para su puesto. “¿En España hay sobrecualificación o trabajos infracualificados? Esa es la pregunta y la respuesta depende del tipo de país que queramos. Si queremos vivir solo del turismo, sí sobran universitarios, pero si lo que se quiere es adaptarse a un mundo que cambia no sobra ninguno”, razona Sacristán, que hasta ahora investigaba en geometría computacional.

Los autores del estudio sostienen que mientras no se prestigie y financie la Formación Profesional, en España a un joven siempre le irá mejor con un título universitario ―mayor sueldo y menos desempleo― aunque tenga demasiada preparación para ese trabajo. Pero, recuerdan, son demógrafos, no futurólogos, habrá que esperar si sus cálculos se cumplen.

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