López Obrador, la Cumbre de las Américas y el Real Madrid

López Obrador, la Cumbre de las Américas y el Real Madrid

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El presidente de México, Andrés Manuel López Obrador, durante una reunión con Raúl Castro el pasado domingo.ESTUDIOS REVOLUCION (REUTERS)

La costumbre de subestimar a Andrés Manuel López Obrador explica en gran medida la debacle en la que se encuentra la oposición. El presidente rústico, limitado, provinciano, auto destructivo e ignorante que describen los adversarios, ha ganado una tras otra las principales batallas políticas en las que se ha enzarzado. Alguna moraleja tendría que haberse desprendido de lo anterior. El mismo Pep Guardiola, seguramente a su pesar, debió reconocer, a propósito de su archirrival el Real Madrid, que tantas victorias de último minuto, aparentemente imposibles, son tan frecuentes que no pueden ser atribuidas a la buena suerte.

En cuatro años el presidente ha mantenido el apoyo popular a pesar de crisis y pandemias, neutralizado a los gobernadores de oposición y desdibujado a la Conago, atraído a su causa a las fuerzas armadas, suscitado el apoyo de los grandes empresarios cuando lo ha necesitado, conservado la mayoría simple en las cámaras, conquistado el grueso del territorio para su partido en las elecciones estatales y sostenido la estabilidad de la economía, las finanzas públicas y nuestra moneda.

Y, sin embargo, la oposición sigue actuando como si su única tarea fuese mostrar “el fraude” político que representa este personaje que tiene “engañado” a México y esperar a que su siguiente disparo al pie sea el último empujón que provoque su caída. Tras cuatro años y tantas evidencias en contra de que esto no ha sucedido y podría no suceder, los adversarios del obradorismo tendrían que comenzar a pensar, como Guardiola, que algo estaba mal en el diagnóstico y por ende la necesidad de modificar su estrategia. Ha sido tanta la confianza de la oposición en la autoderrota del presidente, que hoy no tienen ni programa ni candidatos para competir con su movimiento.

La negativa de López Obrador para acudir a la reunión de jefes de Estado a la Cumbre de las Américas que habrá de celebrarse en California en el mes de junio, ha sido interpretada como uno más de estos disparos al pie. La exigencia de que se invite a todos los países (es decir, también a Venezuela, Cuba y Nicaragua) como requisito para asistir a una reunión de la que Estados Unidos es anfitrión, ha sido asumido por sus críticos como una actitud suicida de parte de nuestro gobierno, considerando la enorme dependencia de la economía mexicana y las posibles represalias del poderoso vecino.

Pero, otra vez, tendrían que asegurarse que todo esto no termine dándole la razón a López Obrador. Primero, en términos de las consecuencias políticas. La vocera de la Casa Blanca respondió, a pregunta expresa sobre la declaración de AMLO, que todavía no se habían enviado las invitaciones. Es decir, Washington no rechaza que existe espacio para la negociación o que Estados Unidos prefiere analizar el caso antes de tomar una decisión irreversible. Entre otras cosas tendrían que asegurarse de que la actitud no sea imitada por otros mandatarios de países de América Latina con gobiernos afines al mexicano, como Argentina, Perú, Honduras, Chile, Bolivia, El Salvador, lo cual condenaría a la reunión a un fracaso político.

Segundo, por razones políticas y eventualmente electorales, Joe Biden necesita la colaboración del Gobierno mexicano frente al explosivo tema de la migración. Una pesadilla que literalmente podría costarle la reelección porque los republicanos han asumido el acoso a las fronteras como el principal misil en sus ataques en contra de la Casa Blanca. No es casual que la agenda de esta Cumbre, a solicitud de Estados Unidos, lleve como título Democracia y Migración. La primera mitad de esta mancuerna, Democracia, derivará en un tratamiento discursivo (sobre libertades, derechos humanos y críticas a las “dictaduras”). Pero la segunda, Migración, es la que verdaderamente les importa, pues persigue acuerdos que de alguna manera permitan matizar la crisis política y social que experimenta el país receptor de las migraciones. Y si bien es cierto que las caravanas proceden de Centroamérica y El Caribe, el hecho de que todas pasan por México, convierte a nuestro país en protagonista imprescindible de cualquier estrategia o recomendación.

Tercero, en última instancia, a López Obrador le asiste la razón, al menos en términos éticos. ¿Cuál es la legitimidad de un foro sobre democracia en la que se excluye a los que piensan distinto que el anfitrión? ¿O la validez de una cumbre de América en la que no se incluyen a varios países americanos? Hace unas semanas el propio Estados Unidos exploró posibilidades de saltarse su propio boicot a Venezuela durante la búsqueda de suministros adicionales de petróleo, para sustituir la caída del aporte de Rusia al mercado mundial.

Estados Unidos tendrá que valorar los pros y contras en materia de invitaciones. Es evidente que recibir a representantes de Cuba y Venezuela tiene un costo político interno para Biden, por el peso de las comunidades exiliadas y su músculo político, particularmente en el caso del anticastrismo. Pero no incorporar a todos los países también pasa una factura, porque su Cumbre nace debilitada. Podrían explorar modalidades intermedias (representaciones sin jefe de gobierno) o de plano mantener la idea original de excluir a los países satanizados, pero dudo que el ruido introducido por el presidente mexicano concluya en represalias puntuales. Como en tantas otras ocasiones, Estados Unidos operará en términos de sus intereses prácticos; y los de Biden, está claro, pasan por la colaboración con el delicado vecino de al lado.

Lo que parece una actitud irresponsable y arrebatada podría concluir en un ganar ganar para el presidente. Si AMLO consigue que se abra la invitación, habrá quedado como el héroe del día de cara a América Latina. Si no lo logra, tendrá el beneficio moral de haberlo intentado. Pero, más importante, plantarle cara a Estados Unidos sin pagar una factura constituye un gesto que forma parte de la larga tradición a la que recurre nuestro país, en aras de mantener posiciones propias y cartas para negociar frente a un vecino tan poderoso. No ha sido fácil sostener los márgenes necesarios para matizar el impacto de esta relación tan desigual. Lo cierto es que nuestro país ha utilizado una amigable relación con el gobierno castrista como una forma de deslinde permanente frente a Estados Unidos. Un acto de dignidad e insubordinación hasta ahora tolerada. No es la primera vez que AMLO se excusa de participar en una cumbre, que en general no son de su gusto. Ahora se las arregló incluso para posiblemente ausentarse y, al mismo tiempo, obtener alguna ventaja. Habrá que esperar unas semanas para saber si, como en el caso del Real Madrid, el resultado final vuelve a concederle la razón.

@jorgezepedap

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