Mamen Mendizábal: “Soy más patriota que los que manosean la bandera”

Hoy, Mamen Mendizábal estará haciendo el salvaje, perdón, la salvaje en un lugar indeterminado de España. Así, Mujeres salvajes, se llama el viaje al que la apuntó una amiga de la tele para hacer la descompresión a la vida real tras diez años presentando Más vale tarde todas las santas ídem en La Sexta. “Imagínate: 15 tías juntas tres días, ahí puede pasar de todo, estoy deseando empezar otra vida”, me dijo el día que nos vimos, el pasado jueves, horas después de presentar su último espacio y de celebrarlo todo lo que la pandemia permite bebiendo y bailando por C. Tangana hasta las tantas. Decir que se la ve radiante sería quitarle vatios.

Deme un titular que defina su estado actual.

Estoy liberada y con euforia contenida, como para que no se me note.

¿Qué va a hacer esta tarde?

Voy a ir con mi sobrino de tres años a la piscina. Nunca he pasado una tarde con él. Planazo.

¿Por qué se va de su programa justo ahora?

La pandemia, tan trágica para tantas cosas, me ha servido para ver dónde estaba y darme cuenta de que la vida es una, que se nos olvida. Lo recordé cuando murió mi madre a los 60, teniendo yo 31, pero lo volví a olvidar. Un amigo de la infancia se puso enfermo, casi muere, y he vuelto a conectar con lo efímero, algo superútil para ser valiente, vivir como una quiere, enfrentarte a tus miedos y lanzarte. Si no, vives en la rutina permanente, esperando a que te den en vez de buscar lo que quieres.

¿Se ha independizado usted de ‘MVT’ o ellos de usted?

Ambos de ambos. Es como cuando los polluelos vuelan del nido. Yo me quedo tranquila, porque el formato va solo, y ellos porque ya pueden volar libres.

¿Tan feminista y no le molesta el símil de ‘madre’ de su equipo?

No, porque me siento un poco así, porque cuando creas un programa pones tu corazón y tu vida. Y también porque la distancia de edad con la redacción es cada vez mayor. Soy quien les cuida, les educa, les alecciona, pero también les comprende y los alienta desde la experiencia.

¿Y es madre clueca o controladora?

Digamos que exigente.

El PSOE la felicitó efusivamente en Twitter en su adiós. ¿Ha recibido algún pésame que no esperaba?

Los agradezco todos, pero me hubiera venido mejor que me felicitara el PP [ríe]. En serio, lo que más me ha sorprendido es el tsunami de afecto y respeto por parte de la profesión. No me lo esperaba en absoluto.

Venga ya.

Pues no. Igual es que no voy de guay y he estado trabajando sin mirar a las estrellas, o a lo mejor es que soy una pringada.

¿Dónde tiene metido el ego?

Lo tengo, no te creas, pero muy neutralizado. Soy muy pavita, me he llevado muchas hostias.

¿De Twitter, de la vida, del amor?

Los insultos, casi siempre machistas, de Twitter ni me duelen. Digo: son becerros, gente fuera del sistema, al menos de mi sistema. Me refiero a otras hostias. Los amigos te ponen en tu sitio, pero a veces tu entorno profesional también se encarga de decirte dónde estás en el escalafón.

¿No todo es buen rollo en su cadena?

Nunca, la tele no es solo brilli-brilli. Nunca todo es tan guay.

Pero, siendo la jefa, al menos no habrá sufrido de sexismo.

Bueno, soy la jefa, pero eso no quiere decir que no exista el sexismo. En la sociedad, en Twitter, en la vida. Precisamente porque soy la jefa lucho contra él, por mí y por las que no tienen esa voz y la tienen la boca tapada por miedo. En eso sí que he sido muy sorora, y muy madrecita con mis compañeras. He impulsado a las chicas a ser valientes y creérselo. Las mujeres juntas somos imbatibles. Tenemos que creérnoslo y luchar por nosotras.

¿Qué le da vergüenza ajena?

Muchas cosas, esa actitud llena de caspa que hay ahora en la sociedad, anticuada en los modos, en la mentalidad, y que se reclama como la esencia de España y no, esto va por otro lado.

¿Es patriota?

Sí, pero no de esas. Soy mucho más patriota que los que manosean la bandera. Y lo soy porque quiero un país mejor, que mire al futuro y no al pasado.

¿Cuántos momentos históricos ha relatado en directo?

¿20.000? ¿30.000? Muchísimos, ha sido una década muy heavy y hemos estado ahí todas las tardes. Ataques terroristas, moción de censura, elecciones por encima de nuestras posibilidades, el procés, la judicialización de la política. El directo tiene mucha conexión con la desgracia y con el escándalo público. Puedes creer que el mundo es un lugar hostil, pero ahí hay que estar.

¿No hemos contribuido los medios a generar esa sensación de borde del abismo?

Sin duda. Sobre todo el político. Nací en democracia, estoy agotada de los bandos, de los rojos y azules. Puede que los medios nos nutramos de lo que lo compone, pero tenemos todos la obligación de bajar el suflé, yo la primera.

Sus rictus y caras en antena son un editorial. ¿Lo sabe?

Sí, tengo que controlarme. Soy demasiado clara, transparente y ofensivamente directa. Se me ve todo, para bien y para mal. Eso me ha traído muchos problemas, pero también te quita de muchas conversaciones inútiles. Mejor ir de cara que los que la ponen buena y luego te apuñalan por detrás.

¿Se la han partido alguna vez?

No, pero sospecho que hay ganas. Lo noto en el ambiente.

¿Qué le diría a quien la llama sectaria en Twitter?

Que ni se imagina el esfuerzo que hacemos para tener pluralidad, y que, a veces, escuchar a los verdaderos sectarios se me hace muy difícil.

¿Se considera una periodista objetiva?

Me parece mucho más importante ser honesta.

Eso dice Iñaki Gabilondo.

Es que soy de su escuela, me he criado a su sombra.

¿Se lleva espinitas clavadas?

Unas cuantas. Las justas, pero gordas, de las que joden.

¿Haber podido entrevistar a Aznar?

No, fíjate, esa no: no se me hubiera dado bien. Habría habido demasiado fuego. Las espinitas que más duelen son las internas.

¿Aparte de la lengua mordida tiene más heridas de guerra?

Pues los padrastros levantados, alguna autolesión de clavarme las uñas, y unos vértigos de oído que espero recuperar este verano. Me cuesta mucho callarme, sí. Pero cuando trabajas en directo, no te permites las heridas. He ido a trabajar con fiebre, el otro día con la vacuna, por ejemplo. Jamás he cogido una baja, pero eso no me convierte en una heroína, sino en una pringada, ya te digo.

Sáquese un defecto, ande.

Jo, que tengo una mala hostia que me come. Y que soy muy autoexigente e hiperperfeccionista, y eso es un defecto enorme. En la vida hay que ser más relajada y transigente. A ver si ahora…

¿La tele da para forrarse?

No me quejo, pero ahí entra también lo que hablábamos de las tías. Igual, si hubiera peleado y me hubiera dado a valer más, me hubiera forrado más, pero ahí me ha frenado otro complejo.

¿El de pobre?

No, más bien el de rica. En las teles la diferencia de salario entre presentadores y redacción es brutal y eso me cortaba, hasta ahí llega mi fobia a la desigualdad.

Tras estar tan atada a ‘MVT’, ¿se siente como vaca sin cencerro?

Aún no. Pero sé que me sentiré, y me apetece, también. Soy muy controladora y no vivo bien en la incertidumbre, pero me apetece, pero también es cierto que me he tirado a la piscina con el agua de un nuevo formato que está en marcha y que me hace muy feliz.

¿Es este el verano de su vida?

Sí, estoy en una segunda edad del pavo. Pienso dormir, disfrutar de la vida, que me encanta, lo que no he tenido es tiempo. Tengo hambre de vida atrasada. Así voy, por la calle, rumbeando con C. Tangana en los cascos. Ese tío va al ritmo de mis pasos, o yo al de los suyos. Lleva ahora mismo mi ritmo vital. Mira, Tangana me pone, ya tienes titular.

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