Muere Donald Rumsfeld, el arquitecto de la guerra de Irak bajo el Gobierno de Bush

Donald Rumsfeld, en una fotografía de 2003.
Donald Rumsfeld, en una fotografía de 2003.Kevin Lamarque / Reuters

Fue el más joven y el segundo Secretario de Defensa más mayor de la historia de Estados Unidos, desde su servicio (1975-1977) bajo la presidencia de Gerald Ford hasta el jefe del Pentágono que inauguró el siglo XXI con George W. Bush. Donald Rumsfeld moría a los 88 años, pocos días antes de haber cumplido 89, el martes 29 de junio en su casa de Taos, en el Estado de Nuevo México, según informó a través de un comunicado su familia. La causa del fallecimiento fue un mieloma múltiple, un cáncer de médula ósea que sufren las personas de avanzada edad, dato que aportó el diario The Washington Post citando al que fuera su jefe de Gabinete Keith Urbahn.

“Con profunda tristeza, informamos de la muerte de Donald Rumsfeld, un estadista estadounidense y devoto marido, padre, abuelo y bisabuelo”, indica el comunicado, publicado en la cuenta de Twitter del republicano. El escrito no especifica la causa de la muerte de Rumsfeld, pero apunta que falleció “rodeado de su familia en su querido Taos”, donde vivía.

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Considerado el arquitecto de la guerra de Irak y Afganistán junto al exvicepresidente Dick Cheney, Rumsfeld renació políticamente tras lograr que la Casa Blanca de George W. Bush (2001- 2009) declarase la guerra al Irak de Sadam Husein, tras los atentados terroristas del 11 de septiembre. Aquel día que cambió a EE UU, y al mundo, Rumsfeld se encontraba en el Pentágono cuando uno de los aviones pilotados por yihadistas de Al Qaeda impactó contra el edificio a las afueras de Washington. El viejo halcón no permitió que le condujeran a un lugar seguro e insistió en ayudar en las labores de rescate de las víctimas. Acababa de nacer un héroe.

“La historia lo podrá recordar por sus extraordinarios logros durante seis décadas de servicio público, pero para quienes mejor le conocíamos y cuyas vidas cambió para siempre, le recordaremos por su inquebrantable amor por su esposa Joyce, su familia y amigos y la integridad de una vida dedicada a su país”, finaliza el comunicado en Twitter.

Para muchos fue uno de los secretarios de Defensa con más influencia en la historia presidencial del país, y casi en igual medida cuestionan sus controvertidas decisiones, ya que involucró de lleno a Estados Unidos en dos contiendas sin estrategia ni de entrada ni de salida. Tras el 11-S de 2001, la Casa Blanca lanzaba una campaña bélica en Afganistán. En el año 2003, Estados Unidos invadía Irak. Rumsfeld defendió abiertamente ese ataque. Argumentando que las armas de destrucción masiva iraquíes representaban un peligro para el mundo -a pesar que nunca se encontraron tales armas-, Rumsfeld intentó responder a la pregunta de un reportero sobre esa cuestión con una de las frases más incompresibles -y famosa- jamás pronunciada por una personalidad política. “Las informaciones que dicen que algo no ha pasado son siempre interesantes para mí, porque, como sabemos, hay hechos conocidos que conocemos; hay cosas que sabemos que sabemos. También sabemos que hay hechos desconocidos conocidos; es decir, sabemos que hay algunas cosas que no sabemos. Pero hay también hechos desconocidos que desconocemos, aquéllos que no sabemos que no sabemos”.

A día de hoy, con las tropas norteamericanas saliendo de Afganistán por orden de Joe Biden, se teme el estallido de una guerra civil a medida que los talibanes van ganando un territorio que les fue arrebatado tras la invasión que comenzó en octubre de 2001. En el caso de Irak, el jefe del Pentágono no tenía diseñada una hoja de ruta para hacer frente a la insurgencia iraquí. El tratamiento dado a los prisioneros iraquíes y las fotos que dieron la vuelta al mundo con las abyectas prácticas a las que fueron sometidos en Abu Ghraib, la que había sido la prisión en la que torturaba y ejecutaba Sadam, propiciaron la caída de Rumsfeld. En 2006, con una posguerra que desangraba a Irak y a las fuerzas norteamericanas, Rumsfeld dimitía.

Durante su periodo como jefe del Pentágono, Bush le encargó la mayor reestructuración del Departamento de Defensa desde que fuera creado en los años cuarenta bajo el presidente Truman. Pero el plan de Rumsfeld para modernizar las Fuerzas Armadas, que incluía el cierre de numerosas bases y el abandono de programas de armamento que juzgaba obsoletos, tropezó pronto con la oposición de los generales e incluso de algunos de sus colegas republicanos en el Capitolio. Bush quería poner fin a tanta burocracia para crear un Ejército más ágil y más flexible ante el nuevo orden mundial. Convirtió la palabra “transformación” en su eslogan y quiso dejar atrás actuaciones de otra época al aventurar un mundo en el que para enfrentar el terrorismo hacían falta unas armas distintas y unos nuevos principios de guerra.

Rumsfeld decía lo que pensaba, a la prensa o a las tropas estadounidenses. En un incidente al que los medios de comunicación prestaron mucha atención, durante una visita a Kuwait a fines de 2004, un miembro de la guardia nacional le cuestionó por la falta de vehículos militares debidamente blindados. Rumsfeld respondió lo que sentía. “Como usted sabe, se va a la guerra con el Ejército que se tiene, no con el que se desearía tener”.

En 1988, “Rummy”, como le llamaban los más allegados, tuvo un tímido y fracasado intento por la nominación republicana a la presidencia. Sobresalió en su carrera en la Administración bajo cuatro presidentes (Nixon, Ford, Reagan y Bush hijo) que le consideraban un patriota y un político astuto. Beligerante e inteligente para sus excolegas de partido, Rumsfeld era capaz a la vez de ser simpático y cálido. Otros adjetivos que se le atribuían no eran tan amables: maquiavélico, ambicioso hasta la extenuación, astuto en sus palabras y de humor mordaz. Despiadado y arquitecto de la guerra eran otros de los atributos que se usaban para definirle.

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