Netanyahu intenta sabotear la formación del nuevo Gobierno alternativo

El primer ministro israelí Benjamín Netanyahu, el miércoles en Jerusalén.
El primer ministro israelí Benjamín Netanyahu, el miércoles en Jerusalén.AP

El primer ministro en funciones de Israel, Benjamín Netanyahu, no se ha sentado a esperar que la oposición le apee del poder dentro de unos días en una votación parlamentaria. Después de que una coalición de ocho partidos pactase el miércoles un acuerdo de gobierno alternativo, Netanyahu llamó el jueves a los diputados “elegidos con votos de la derecha” que se han sumado al pacto a “impedir que nazca un peligroso Gabinete de la izquierda”. Su invocación no fue una simple declaración. Al menos uno de los parlamentarios que sostienen a la coalición amenaza con privar a la oposición de la mayoría.

El pacto por el que el ultranacionalista Naftali Bennett y el centrista Yair Lapid se disponen a turnarse al frente el Gobierno aún tiene que materializarse en una votación de investidura para que Netanyahu y su familia se muden de la residencia del primer ministro en Jerusalén, en la que habitan desde 2009. Mientras tanto, el jefe de Gobierno prosigue con sus actividades oficiales y políticas con plena intensidad.

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Según informa la prensa hebrea, sus colaboradores han tentado al diputado Nir Orbach, del partido Yamina, liderado por Bennett, para que regrese a la disciplina del Likud, la formación política encabezada por Netanyahu. El ultraconservador Orbach ya había expresado en público su malestar con el pacto suscrito con la izquierda israelí —Partido Laborista y movimiento pacifista Meretz— y el partido árabe islamista Maan, que dirige Mansur Abbas.

Para poder convencer a otros posibles tránsfugas de que se pasen a las filas del bloque que agrupa al Likud, la extrema derecha y los partidos ultrarreligiosos, Netanyahu trata de aplazar al máximo la votación de investidura del Gobierno alternativo. Aunque la sesión está inicialmente prevista para la semana que viene, el presidente de la Kneset (Parlamento), Yariv Lavin, miembro del Likud, ha advertido de que va a hacer uso de sus prerrogativas sobre ordenación de la agenda parlamentaria para aplazarla hasta dentro de 12 días. Los socios de la nueva coalición también han reaccionado con urgencia para forzar la convocatoria el próximo lunes de una votación especial para elegir a un nuevo presidente de la Kneset y sustituir al conservador Lavin por un diputado centrista.

El líder del partido Israel Nuestra Casa (nacionalista laico), Avigdor Lieberman, llamado a ocupar la cartera de Finanzas en el nuevo Gabinete, reconoció que no va a ser fácil soportar las presiones de los partidarios de Netanyahu durante demasiado tiempo. “Pero al final habrá un Gobierno”, anunció en declaraciones en televisión citadas por Reuters, “principalmente centrado en las cuestiones económicas”.

Israel lleva sin aprobar unos presupuestos generales desde finales de 2018 por el bloqueo político que ha forzado la celebración de cuatro elecciones legislativas desde entonces. Previsiblemente, otras reformas legales impulsadas por los laicos Lapid y Lieberman, como la instauración del matrimonio civil en Israel, tendrán que aguardar.

Netanyahu también arremetió a través de su cuenta en Twitter contra Bennett, que fue su antiguo colaborador y ministro, por haber cerrado un acuerdo de Gobierno con el partido árabe Maan. En la misma red social, el todavía jefe de Gobierno difundió un vídeo de 1992 en el que Bennett acusaba a Mansur Abbas de “reunirse con asesinos”, por haber visitado en la cárcel a varios árabes israelíes acusados de haber matado a tres soldados.

Bennett y Lapid cuentan con el respaldo de 61 diputados de tres partidos conservadores —Yamina, Nueva Esperanza (liderado por el exministro del Likud Gideon Saar), e Israel Nuestro Hogar—; dos de centro —Yesh Atid, la formación del propio Lapid, y Azul y Blanco, encabezada por el exgeneral y ministro de Defensa Benny Gantz—, dos de izquierdas —el laborista y Meretz—, además del apoyo de Maan.

La pérdida de un solo escaño arruinaría las opciones de relevo en el poder, ya que la legislación israelí solo admite la mayoría absoluta para validar la investidura. Los analistas políticos de la prensa hebrea apuntan a que alguno de los diputados árabes del partido Lista Conjunta, que no se han sumado al pacto de coalición, podrían prestar apoyo externo en la votación de confianza al nuevo Gobierno.

Aunque el centrista Lapid dirige el partido con más escaños (17) en la coalición no será él quien se someta a la investidura en el Parlamento, sino el ultranacionalista Bennett, quien decidió aportar sus decisivos siete votos al pacto el pasado domingo a cambio de ocupar el puesto de primer ministro al comienzo de la legislatura. Lapid se ha sacrificado en un gesto de consenso, que ha sido determinante para conseguir que la oposición forjara una alianza después de fracasar en el intento de desalojar del poder a Netanyahu en las tres elecciones anteriores con resultados no concluyentes.

Mansur Abbas, un islamista en el Ejecutivo de Israel

Con su apariencia de jeque de la región del mar de Galilea, el dentista Mansur Abbas, considerado hasta ahora un político árabe menor, ha hecho historia en Israel al sumar por primera vez a la minoría de origen palestino (uno de cada cinco ciudadanos) a la gobernabilidad del Estado judío. Conservador y religioso, a los 47 años ha sellado un pacto con una heteróclita alianza de líderes de partidos sionistas —desde el ultranacionalista y procolonos Naftali Bennett, al pacifista y abiertamente gay Nitzan Horowitz— que ha sido visto con recelo por el Capítulo Sur del Movimiento Islámico, la marca local de los Hermanos Musulmanes.

Los líderes espirituales del partido Raam, que Abbas lidera, le han dado, no obstante, la bendición para proseguir por una vía de entendimiento aún no explorada en la política israelí. “Hemos decidido unirnos a la coalición para cambiar el equilibrio de fuerzas en Israel y conseguir mejoras”, anunció tras firmar con Bennett y con el centrista Yair Lapid un acuerdo de investidura que amenaza con apear del poder al conservador Benjamín Netanyahu tras 12 años.

Abbas representa un proyecto de colaboración con los partidos judíos —no compartido por toda la comunidad árabe— para mejorar las condiciones de la principal minoría, cuya renta se halla por debajo de la media nacional y que se ve golpeada por la violencia de bandas de delincuentes.

Ya lo anticipó en un discurso televisado en abril, tras la inesperada irrupción de su partido en la Kneset en las elecciones de marzo. “Lo que nos une es mucho más grande que lo que nos separa”, se dirigió en hebreo al conjunto de los israelíes este dirigente islamista, heredero ideológico de los Hermanos Musulmanes.

Previsiblemente, su partido ocupará cargos menores sobre políticas municipales y sociales en el Gabinete y controlará una comisión parlamentaria clave en el reparto del gasto. Aunque los detalles del acuerdo de coalición aún tienen que pulirse antes del voto de investidura, Mansur ya ha arrancado un compromiso presupuestario para invertir más de 13.000 millones de euros en cuatro años en infraestructuras y políticas de seguridad para las comunidades árabes.

Su presencia en el pacto de Gobierno no tiene precedentes. Tras el reciente estallido de violencia sectaria entre grupos judíos y árabes en las ciudades con población mixta “la firma de Abbas en el acuerdo”, sostiene la columnista Merav Batito en Yedioth Ahrontoth, “simboliza una voluntad de vuelta a la normalidad en la sociedad israelí”.


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