Nos divide una línea muy delgada: empresario restaurantero | Artículo

Por Giulliano Lopresti*

Desde hace varios años hemos visto el deterioro del marco jurídico en nuestro país. Hemos “normalizado” las actividades criminales ya sean producto de venta de droga, de otras actividades violentas o de esquemas sofisticados de delincuencia de cuello blanco. Todos tenemos algún conocido con amigos, familiares, seguidores, clientes o vecinos que de una u otra manera viven principalmente por desempeñar actividades que en países desarrollados podrían considerarse lavado de dinero.

Llegamos a un momento en el que no sabemos distinguir entre buenos y malos. Existen lazos personales que producen una negación sobre la gravedad de la situación. Hemos normalizado la delincuencia, la hemos adoptado como algo cotidiano y al hacer esto, hemos erosionado el marco jurídico del país.

Uno de los factores fundamentales para poder impulsar el emprendimiento en un país es un marco jurídico claro y una aplicación pronta y expedita de la ley. Seguir perdiendo terreno contra la legalidad simplemente incrementa los riesgos, pone barreras al inicio de negocios, fomenta la corrupción, el trafico de influencias y provoca condiciones similares a la ley del océano, en donde los grandes se comen a los mas chicos.

La industria restaurantera tiene más de 25 años tratando de limpiar su nombre, todos hemos escuchado las historias de la casa o local que no tenia uso de suelo o permiso para poder abrir como restaurante, pero que abrió y se mantuvo abierto hasta que se “regularizo” o hasta que se salió con la suya.

Hasta antes de la pandemia este problema había disminuido, las leyes eran más claras y la aplicación de la ley más eficiente. Los grandes retos eran la corrupción y el exceso de regulación.

Es cierto que la renta que puede pagar un restaurante es mayor a la de una pollería, carnicería, verdulería, papelería, tlapalería, peluquería, cafetería o muchos otros giros comerciales. Esto genera una tentación en los dueños de los locales por rentar más caro su local a un restaurante, un incentivo para los restauranteros de encontrar locales sin traspasos con la esperanza de “conseguir” los permisos y una preocupación para los vecinos de que se erosionen sus colonias y se queden con un solo giro comercial, el de restaurante-bar.

Foto: Moisés Pablo/ Cuartoscuro

Si bien en el corto plazo suena atractivo y que serviría para generar valor económico y empleo, en el largo plazo, si no se regula bien, puede desequilibrar las zonas comerciales, generando tráfico, acabando con los espacios de estacionamiento, atrayendo comercio informal, generando más basura, conflictos con vecinos y en casos extremos podría hasta incrementar el crimen o invitar a la venta de drogas, como ya ha pasado en algunas colonias de la CDMX.

La pandemia de COVID-19 ha sido catastrófica para la industria restaurantera, provocó el cierre de cientos de establecimientos y de ahí el llamado a rebeldía de #AbrimosOMorimos que llevó a la reapertura de actividades comerciales en la CDMX y a reacciones por parte del gobierno para proponer iniciativas como Ciudad al Aire Libre.

La rebeldía y desobediencia debía ser temporal y cumplir un solo propósito: abrir.

La estabilización y la reconstrucción de la industria no puede ser con desobediencia y desorden, debe contar con reglas claras, leyes eficientes y diseñadas bajo la lógica actual, una lógica de pandemia y post pandemia, con una autoridad fuerte y decidida, que logre el respeto de la ley con la menor cantidad de sanciones posibles.

Digámoslo muy claro y sin exagerar, con COVID-19, no respetar la regulación de Ciudad al Aire Libre puede poner en riesgo la vida de personas.

Hoy, los restauranteros estamos mas unidos que nunca, la crisis nos permitió vernos a la cara y entendernos, nos permitió hacer a un lado los egos, encontrar objetivos en común y coordinarnos para reaccionar ante la situación.

Lo que nos divide hoy en día es solo una línea muy delgada, una mayoría que respeta la ley, contra una minoría que la viola y busca sacar ventaja de la situación. Una línea que debemos lograr que este bien clara y todos debemos ayudar a reforzarla, para que podamos exigirle al gobierno que genere condiciones para que se respete. Al final del día, ellos tienen el mandato de aplicar la ley.

En este escenario de crisis, el que saca ventaja y coloca una mesa más, tiene que entender que le esta quitando una mesa a otro restaurantero y lo mas probable es que sea uno mas vulnerable que él.

Es importante que TODOS respetemos, defendamos y cuidemos el programa de Ciudad al Aire Libre. El objetivo debería ser que nos salvemos la mayoría, los más posibles. Se van a necesitar todas las empresas y todos empleos para sacar de esta pandemia a la ciudad y al país.

Y en lo que se refiere a la ley, el que no la fortalece la debilita, los restauranteros más que nadie deberíamos entender que el valor de nuestros lugares esta ligado a los permisos que tenemos y las leyes que los respaldan.

En un futuro ya vendrá la discusión sobre el exceso de regulación y la necesidad de que la autoridad responda en tiempo y forma, pero primero caminemos de la mano en esta crisis.

*Empresario restaurantero y miembro fundador del movimiento #AbrimosOMorimos


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