Oyarzabal conserva su don de la oportunidad


La Real respira a través de las intervenciones de Mikel
Oyarzabal. También entre el asfixiante clima que se respiraba por el cálido Alicante. Otro brochazo del capitán fue el soplo de aire fresco para que Isak se inventara el inverosímil gol del 0-1. Fue la décima asistencia del guipuzcoano en toda la Liga.



Oyarzabal conserva su don de la oportunidad hasta en las tardes más discretas de su repertorio. Es el tratado de un futbolista absolutamente decisivo. El paradigma de que no es preciso estar cada minuto destapando el tarro de las esencias para ganarse el calificativo de esencial. Un jugador determinante para la Real.

Favorecido por el ímpetu de Portu para llevarse un balón dividido por el aire, Oyarzabal habilitó a Isak desde la izquierda merced a un servicio medido. Fuerte y a media altura. Un manantial para el delantero que predica por un desierto. El caramelo en la puerta de un colegio. El centro desde la banda que todo depredador desearía zamparse. Luego, claro, el gol llegó por el instinto y la fenomenal idea de Isak para rematar ‘a la remanguillé’.

Se trata del tercer pase de gol para Oyarzabal en las dos últimas jornadas. Fundamental para ganar al Espanyol en la pasada jornada, el eibarrés fue de nuevo protagonista antes de que se hubiera cumplido el primer cuarto de hora del partido. Suma 10 asistencias, su mejor marca en este apartado desde que juega en Primera. Sólo un tal Leo
Messi ha repartido más en esta campaña. Con los nueve goles que lleva Oyarzabal, ha participado activamente en 19 de los 51 goles que ha marcado la Real en 34 encuentros ligueros. Un excelente 37% de aportación en el capítulo que marca las diferencias en el fútbol: el gol.

Media hora de respiro

Oyarzabal es un atacante fiel a sus principios: nunca se conforma con los servicios prestados. Siempre persigue desdoblar su impronta. Aunque ayer se fue evaporando, al compás decreciente de todo el equipo, continuó percutiendo por la banda izquierda. Como máximo logró llegar en posición franca a remitir otro servicio, en esta ocasión a ras de césped, con destino a Odegaard. El Levante leyó la carta y desbarató el envío.

A raíz de que la Real modificara el esquema en la segunda mitad, Oyarzabal centró su posición. Allá donde se vuelve imparable, en la neuralgia de las operaciones, no se prodigó, visiblemente afectado por la acumulación de esfuerzos. La cara, que es el espejo del alma, no era una garantía de frescura. Imanol captó el gesto y Oyarzabal cedió el brazalete a Aritz, abandonó la batalla y reavivó la esperanza: media hora de respiro para la jornada que viene .


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