Por qué cuesta tanto dejar las cosas que no nos gustan

¿Cuánto cuesta contemplar un atardecer? Quién estudió microeconomía en la universidad recordará posiblemente una de las preguntas más inquietantes para un joven de 19 años. Si además tiene una mirada romántica de la vida, podría resultar incluso una pregunta ofensiva. En el fondo recoge uno de los conceptos más poderosos de la economía que, por supuesto, no es el amor por la naturaleza, sino el coste de oportunidad. Esto es: lo que dejamos de ganar por hacer algo, como en el caso del atardecer sería hacer deporte, ver una película o estar con los amigos (confieso que en mi caso no supe responder y, quizá, por eso lo recuerde pasados los años).

El coste de oportunidad es algo que no siempre tenemos en cuenta cuando nos enfrentamos a un cambio en nuestra vida, sea un trabajo, una relación de pareja, abandonar un libro que nos aburre sobremanera o, incluso, pelearnos con una máquina tragaperras. Contemplamos nuestras decisiones por lo que hemos invertido y no por lo que podríamos conseguir.

Los economistas también han dado un nombre sumamente gráfico a poner el foco no tanto en lo que podríamos lograr, sino en lo que vamos a perder. Lo llaman los costes hundidos, es decir, inversiones en tiempo o dinero que son irrecuperables, pero que nos mantienen atrapados ante un cambio. Y, curiosamente, cuanto más hayamos invertido en algo, más nos cuesta salir, aunque no nos guste.

La falacia de los costes hundidos, como lo denomina el escritor estadounidense Seth Godin, es una de las circunstancias que más nos frenan a la hora de salir de situaciones que nos desagradan. Los estafadores lo conocen a las mil maravillas. Comienzan con pequeños favores o inversiones a los incautos que identifican. Quienes invierten, sea dinero o tiempo, no dan por perdido el coste y continúan con tal de no perder la primera inversión. Sin embargo, con esa actitud pierden aún más. Con las máquinas tragaperras sucede algo similar: se gasta dinero y se tiene la fantasía de que puede llegar la suerte, porque, ¿cómo vamos a desperdiciar todas las monedas que hemos gastado? Pues bien, si funcionamos así de manera inconsciente, ¿cuál sería la solución para salir de esta trampa? Volvamos al famoso atardecer del ejercicio de microeconomía.

Cuando algo nos desagrada y queremos cambiarlo es importante prestar atención a todas las excusas con las que vamos a justificar la decisión de quedarnos donde estamos. Es decir, de la falacia de los costes hundidos: con la cantidad de páginas que he leído de este libro; con el tiempo que llevo siendo amigo de esta persona, aunque no me guste cómo es… En cada uno opera de un modo distinto. Pero recordemos: cuanto más hayamos invertido, más difícil será salir. En segundo lugar, hay que poner el foco en la alternativa. ¿Qué podría hacer yo con el mismo esfuerzo, tiempo o energía? Quizá leer otro libro que me agrade más o conocer a nuevas personas que encajen más conmigo. Para abandonar ciertas cosas, a veces hay que tener más agallas que para continuar haciendo lo mismo. Aunque sea contemplar un bonito atardecer.

Por qué cuesta tanto dejar las cosas que no nos gustan

Pilar Jericó es emprendedora, escritora, conferenciante, doctora en Organización de Empresas y divulgadora de investigaciones sobre el comportamiento humano. www.pilarjerico.com




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