Rusia trata de impulsar la vacunación contra la covid mientras registra cifras récord de mortalidad

Durante meses, Rusia ha vivido una realidad paralela a la pandemia. Una normalidad ficticia en la que se actuó como si se hubiera casi vencido al coronavirus; donde los cafés, bares y restaurantes estaban llenos y burbujeantes, y la mayoría de la ciudadanía seguía solo a su manera las ligeras restricciones sanitarias. El país euroasiático fue el primero en registrar una vacuna contra la covid-19, la Sputnik V, e inició la campaña de inmunización para la población general el pasado enero. Esa campaña no terminó de despegar y el país afronta ahora una alarmante tercera ola de coronavirus —impulsada por la más contagiosa variante delta—, con cifras récord de fallecimientos y hospitalizaciones. Y como puntos álgidos, Moscú y San Petersburgo, donde está previsto que el viernes juegue los cuartos de final de la Eurocopa la selección española de fútbol contra la de Suiza.

Las autoridades rusas han informado este martes de la cifra más alta de fallecimientos por coronavirus en un solo día en toda la pandemia: 652. También se han registrado 20.626 nuevas infecciones; más del doble que hace solo un mes. En Moscú, el epicentro de la crisis sanitaria en esta tercera ola, en la que se ha identificado además por primera vez un caso de la variante delta plus, se han registrado este martes 121 muertes. En San Petersburgo, que a principios de mes acogió el Foro Económico de San Petersburgo, promocionado como el primer gran foro pospandemia, y ha sido ya sede de seis partidos de la Eurocopa, se han contabilizado también en esta fecha 119 fallecimientos, récord de toda la crisis sanitaria por segundo día consecutivo.

La situación sanitaria en la ciudad del Neva es “terrible”, describe Dmitri Zobnin, presidente del sindicato Alianza de Médicos en San Petersburgo, que habla de colas de ambulancias de tres horas para llevar a enfermos a los hospitales. Zobnin y su organización, cercana al líder opositor encarcelado Alexéi Navalni, critican la celebración del campeonato de fútbol en una ciudad con los hospitales colapsados por la pandemia pero sin apenas restricciones en el ocio o el transporte. El sábado, las autoridades sanitarias de Finlandia, que jugó dos partidos en San Petersburgo antes de ser eliminado de la Eurocopa, alertaron de que habían detectado un aumento de casos relacionados con aficionados que regresaron de la vecina Rusia tras asistir a los partidos.

Cientos de espectadores observan los fuegos artificiales de la fiesta de las Velas Escarlatas, que se celebra en honor a los graduados de instituto en San Petersburgo, el pasado sábado.
Cientos de espectadores observan los fuegos artificiales de la fiesta de las Velas Escarlatas, que se celebra en honor a los graduados de instituto en San Petersburgo, el pasado sábado. ANTON VAGANOV / Reuters

Pero no es el único evento “sin sentido”, apunta Zobnin, que menciona la enorme fiesta para los graduados de los institutos de la región celebrada el pasado fin de semana en el centro de San Petersburgo, conocida como de las Velas Escarlatas, en la que no cabía un alfiler y donde la distancia de seguridad y las mascarillas brillaron por su ausencia. “Estamos siendo víctimas de la política analfabeta de las autoridades sobre la vacunación y la prevención, con unas restricciones levantadas demasiado rápido, con actos públicos inseguros organizados por el propio Gobierno, que ha promovido una actitud triunfalista hacia el virus para diferenciarnos de Occidente y que ahora ha derivado en esto”, se lamenta el sanitario por teléfono.

Ahora, cuando la cifra de hospitalizaciones no deja de aumentar, Rusia ha introducido nuevas y severas restricciones laborales y en el ocio. Y está aplicando ardides legales para obligar a decenas de miles de empleados a vacunarse sin aprobar una ley que declare la inmunización obligatoria.

En el centro de Moscú, donde desde este lunes está en vigor la norma de restaurantes y cafés “libres de coronavirus” y las torrenciales tormentas que animan el caluroso verano están dando una tregua momentánea, todas las terrazas están abarrotadas. Las mesas al aire libre son hasta el 11 de julio el único lugar que admite a personas que no tengan un código QR oficial que pruebe que están vacunados, han pasado la enfermedad o pasaron hace menos de 72 horas una PCR negativa. El código, que se obtiene a través de una web del Ayuntamiento que, de momento, parece no encontrar en el sistema a los extranjeros aunque cumplan los requisitos, se ha convertido en un preciado objeto para los moscovitas, que adoran la vida nocturna y el bullicio de los bares y restaurantes, siempre con la música a todo volumen.

Ksenia Daltsova y su novio Slava, de 24 y 27 años, cuentan que llevan esperando mesa en la terraza cubierta de un restaurante georgiano casi una hora. Se vacunaron el viernes con la primera dosis de la Sputnik V y todavía no tienen la pauta completa. Hasta ahora, explican, se habían resistido. “Pasamos el coronavirus a finales del año pasado y la vacuna rusa [que todavía no está reconocida ni por la OMS ni la EMA] no te abre casi ninguna puerta para viajar al extranjero”, explica Daltsova, que remarca que no se decidió a recibir el pinchazo hasta que no lo encontró “absolutamente necesario” para su día a día. Se inmunizaron el viernes, en un punto habilitado en un centro comercial, y esperaron casi cuatro horas de cola.

Un empleado revisa el código QR de una ciudadana en un establecimiento de comida rápida en Moscú, este lunes.
Un empleado revisa el código QR de una ciudadana en un establecimiento de comida rápida en Moscú, este lunes. MAXIM SHIPENKOV / EFE

En marzo del año pasado, cuando el coronavirus empezaba a extenderse y la crisis sanitaria despuntaba, el presidente ruso, Vladímir Putin, pidió a los científicos rusos que desarrollaran una vacuna contra el SARS-CoV-2. Las peticiones de Putin son sagradas, así que los investigadores se aplicaron y Rusia ha registrado no solo la Sputnik V, que ha vendido y promocionado en medio mundo en una pujante diplomacia de las vacunas, sino también otras cuatro inmunizaciones, una de ellas para animales.

Pero pese a que la vacunación con Sputnik V —”tan fiable como un rifle de asalto Kaláshnikov”, ha asegurado Putin— empezó de manera gratuita y general el pasado enero, la semana pasada solo se habían vacunado con el primer componente unos 20,5 millones de sus 144,5 millones de habitantes. Este martes, el ministro de Sanidad, Mijaíl Murashko, ha asegurado que ya son 23 millones los inmunizados con al menos una dosis; la inmensa mayoría con Sputnik V.

Un incremento que se ha logrado a través de los cientos de puntos de vacunación instalados estos días en centros comerciales, teatros o incluso en las estaciones de metro. Y solo después de que varias regiones, incluida la de Moscú, hayan dictado que la vacunación es obligatoria para empleados públicos, profesionales de la sanidad, la enseñanza y otros sectores similares. También que al menos el 60% del personal de empresas de servicios debe estar inmunizado; si no, la compañía se enfrentará a multas. El Kremlin insiste sin embargo en que esas normas no convierten la vacunación en obligatoria. “Es de forma voluntaria, porque [quien no quiera vacunarse] puede irse a un trabajo diferente”, afirmó Dmitri Peskov, el portavoz de Putin, la semana pasada.

Centro de vacunación para la vacuna Sputnik V, en un centro comercial de Moscú, el pasado viernes.
Centro de vacunación para la vacuna Sputnik V, en un centro comercial de Moscú, el pasado viernes. YURI KOCHETKOV / EFE

Mercado de certificados falsos

Pero mientras se incrementan las restricciones y las exigencias de certificados de vacunación para seguir en el puesto de trabajo, también está en auge el mercado negro de documentos falsos. En alguno de las decenas de canales de Telegram que suelen dedicarse a rubricar títulos académicos falsos o a vender datos personales se puede comprar ahora un certificado ficticio de vacunación por unos 200 euros. Aunque también hay casos de sanitarios que piden cierta cantidad de rublos por el “favor” de meter a una persona en el sistema como vacunada sin el pinchazo. Yelena, de 46 años, empleada de unos grandes almacenes que exigen a sus empleados la inmunización, cuenta que pagó algo menos de 100 euros. “No me quiero vacunar y me parece injusto que me puedan despedir si no lo hago”, dice la mujer, que no quiere arriesgarse a dar su apellido.

La desconfianza en el Estado y en el sistema sanitario, la actitud triunfalista de las autoridades y una cada vez mayor desconfianza hacia las vacunas, en particular hacia la rusa, han lastrado la inmunización. A finales de mayo, hasta el 62% de los rusos no planeaba vacunarse, según una encuesta del Centro Levada, el único independiente del país; el 55% aseguraba no tener miedo a una enfermedad que ha matado, oficialmente, a 134.545 personas en Rusia. Las opacas cifras de los registros estatales y provinciales —que solo recogen las muertes directas y no las contabilizan si hay otras patologías—, muy criticadas por los expertos y analistas, también han influido en que se minimice el impacto de la pandemia, asegura el demógrafo Alexéi Raska. Y frente a las cifras oficiales del equipo que hace seguimiento del coronavirus, las estadísticas oficiales de Rosstat apuntan a un exceso de mortalidad de alrededor de 475.000 personas desde el inicio de la crisis sanitaria.

Pese al incremento de las cifras de vacunación, el Gobierno ha reconocido este martes que su objetivo de que un 60% de la ciudadanía esté vacunada en otoño (la cifra que, según Sanidad, conduce a la inmunidad colectiva) no se cumplirá. Así que lo está reevaluando. Ahora se está redactando una ley para permitir también la vacunación normalizada de extranjeros con permiso de residencia y se está recomendando a quienes pasaron la enfermedad hace más de seis meses o incluso menos que se revacunen; también a los que se pincharon en las primeras semanas de la campaña. La Sputnik V no es tan efectiva contra la variante delta, localizada también en Rusia. El fármaco tiene un 90% de efectividad contra esa cepa, frente al 92% contra la variante original, según el desarrollador, el Instituto Gamaleya, que cita sin embargo datos no publicados y que el centro ha calculado a través de las cifras de los registros médicos y también de las vacunas.


Source link