EL PAÍS

¿Sirve la diplomacia de dictaduras?

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A China le ha salido redonda la visita de Xi Jinping a Moscú. No ha presionado a Vladímir Putin para que se siente a negociar y, sin embargo, ha conseguido que hablemos de que puede mediar por la paz en Ucrania. En la guerra, Pekín se vende como actor neutral, aunque lo que hace de manera tácita es consentir la invasión ilegal de un país. El relato de Zhongnanhai, La Moncloa china, es que a su manera puede hacer más por las relaciones internacionales que algunas democracias. Es cierto que hace unas semanas se anotó un tanto en Oriente Próximo: Irán y Arabia Saudí han retomado las relaciones que habían roto en 2016. Ha habido mediación china, aunque en realidad el país asiático se ha subido a un proceso que llevaba años en marcha en la región, con Irak y Omán como facilitadores. No sabemos en qué se traducirá este acercamiento porque Riad y Teherán son dos superpotencias, ambas teocracias, con intereses opuestos. El caso es que Pekín ha puesto su sello en ese pacto, algo que Washington durante muchos años no ha logrado.

¿Existe una diplomacia de dictaduras? En la clasificación internacional de democracias de The Economist en 2022, China figuraba en el puesto 156 de 167. Rusia está en el 146. Irán, en el 154, y Arabia Saudí, en el 150.

No es nuevo que Pekín se haga la foto con líderes incómodos para el resto de la comunidad internacional, como por ejemplo los de Corea del Norte, Sudán o Zimbabue. Lo que ha cambiado es que en el último año ha ganado capital político en la escena internacional. Y lo ha hecho sin alterar su modelo, un capitalismo de Estado con un líder que ha cambiado la Constitución para perpetuarse en el poder. A la hora de relacionarse con regímenes autoritarios, usa la carta mágica: no se mete en los asuntos internos de otros países y exige lo mismo. Si a eso le sumamos la inoperancia, la incomparecencia o el odio a Washington y la Unión Europea en algunos conflictos, China sale ganando.

En los últimos años, Pekín ha depurado su estrategia de relaciones exteriores. Antes de la pandemia, algunos diplomáticos chinos se comportaban de manera muy agresiva en Twitter. Lo hacían en inglés y en una red social censurada en su país, lo cual muestra a qué audiencia querían llegar. En cierto modo, la suya era una reacción a los ataques viscerales del expresidente Donald Trump, pero más que funcionarios públicos, algunos parecían troles, y eso generó malestar en algunos sectores del Partido Comunista chino. Hoy la propaganda de Pekín sigue siendo dura, sobre todo con Estados Unidos, pero sus diplomáticos se miden más.

Toda solución a un conflicto es buena, venga de quien venga. Eso no quiere decir que sea gratis. Si Pekín logra un movimiento de Putin o apaciguar la tensión entre rivales históricos en Oriente Próximo, se afianzará con un modelo que desde fuera será cada vez más difícil de cuestionar. @anafuentesf




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