Sostenibilidad y creación de empleo para reducir la dependencia energética


El aumento constante y casi descontrolado de los precios de la energía protagoniza, desde hace meses, las conversaciones de ciudadanos y empresas preocupadas por el impacto que el encarecimiento de la electricidad, el gas y los carburantes está teniendo ya sobre sus economías. Una situación que ha empeorado a raíz del conflicto bélico entre Rusia y Ucrania y que no ha hecho sino acrecentar el debate en torno a la dependencia del exterior para el suministro energético (que en España, y según datos del Instituto Nacional de Estadística, es del 73 %) y que ha empujado a países como España y Portugal a pactar con la Unión Europea una serie de medidas que reduzcan, de forma temporal, el precio de la luz y de los carburantes. A medio y largo plazo, señalan los expertos, la solución pasará por potenciar las energías renovables y mejorar la gestión de residuos y la eficiencia energética: un contexto que favorecerá las contrataciones vinculadas al sector energético en 2022, que aumentarán entre un 20 % y un 30 % respecto a los niveles de 2019 (y un 72 % comparado con 2017), según datos de Hays España.

“El actual modelo energético sigue basado, en gran medida, en el uso de combustibles fósiles, cuyas reservas son finitas y están concentradas en manos de unos pocos países, además de ser tremendamente nocivos por la producción de gases de efecto invernadero”, recuerda Carlos Díaz-Guerra, profesor de la Facultad de Ciencias Físicas de la Universidad Complutense de Madrid. Las crecientes dificultades a la hora de extraer petróleo, carbón o gas han llevado, además, a técnicas de extracción tan agresivas y perjudiciales para el medio ambiente como el fracking. Por eso, señala, resulta fundamental potenciar el desarrollo y utilización de fuentes de energía renovables, así como una serie de políticas comunes a nivel nacional y de la UE y una concienciación sobre la necesidad y los beneficios de disminuir la dependencia energética de determinados países, sin olvidar que “independencia energética es sinónimo de riqueza para un país”, explica Díaz-Guerra: “Usar recursos energéticos propios debería suponer oportunidades de negocio importantes y un nicho de mercado interno, generación de puestos de trabajo y una menor posibilidad de que el sistema colapse por falta de suministro, debido a guerras o desacuerdos comerciales entre países”.

¿Es posible alcanzar la independencia energética?

Adolfo Núñez, profesor del máster en Energías Renovables y Eficiencia Energética de Udima, señala que “la dependencia energética, que en España deriva sobre todo de la demanda de combustibles fósiles, petróleo y gas natural, es un factor que condiciona la economía y el desarrollo de un país tanto a medio como a largo plazo”. Y reducir esa vinculación pasa por introducir cambios a todos los niveles: “En lo que respecta a los gobiernos (comunitarios, nacionales o autonómicos, se deben establecer normas, leyes y ayudas que favorezcan el desarrollo de energías limpias de origen autónomo, así como ofrecer a las compañías privadas, que son las que financiarán los proyectos, una seguridad jurídica durante el tiempo de retorno de sus inversiones”. Pero no solo eso. “Gran parte de la reducción de esa dependencia vendrá dada por la electrificación del transporte, reduciendo el uso de la gasolina y el gasoil. Pero llevarla a todo el territorio nacional no es factible ni viable económicamente, por lo que parte de ese consumo deberá cubrirse con biocombustibles de producción nacional”, añade.

Para este experto, el papel de energías limpias como la solar y la eólica crecerá en importancia en el futuro, a la vez que cobrarán protagonismo “los biocombustibles, el hidrógeno verde y el almacenamiento de energía, lo que permitirá cubrir la demanda de electricidad en aquellos momentos en que no pueda ser suministrada por la eólica y la solar”. La energía nuclear seguirá siendo relevante, entre otros motivos porque no genera emisiones de CO2 y porque, hoy por hoy y en el caso de ser eliminada, su cuota de producción debería ser cubierta por energías de origen fósil. Por eso, en el caso de España y de otros países del entorno comunitario, el fomento y el desarrollo de las renovables es clave: “España no tiene ni gas ni petróleo, pero tiene sol en abundancia, no andamos mal de viento y disponemos de ciertos recursos hídricos”, esgrime Díaz-Guerra.

De hecho, uno de los objetivos del Plan Nacional Integrado de Energía y Clima 2021-2030 es alcanzar una cuota del 42 % de energías renovables sobre el uso de energía final del país, así como una mejora del 40 % en la eficiencia energética. “España tiene el potencial natural y humano para alcanzar estas metas, pero no lo hará si persisten las políticas erráticas en relación con las renovables seguidas por los Gobiernos anteriores, y si no se reducen las trabas administrativas y burocráticas que afectan al desarrollo del sector”, reclama el docente de la Complutense. Como los modelos actuales no son sostenibles, el objetivo es alcanzar la sostenibilidad energética, un estado que no solo incluye consideraciones ambientales, sino también económicas y sociales: “Una producción de energía debería ser limpia, pero además asequible para la población que necesita de ella y las compañías e industrias del país, que son las que generan actividad económica y crean empleo”, recuerda Núñez.

La investigación, dentro y fuera del mundo académico, es fundamental para alcanzar esa sostenibilidad energética. “Hay grupos de trabajo dedicados a la energía en varias universidades españolas”, apunta Díaz-Guerra. “Los hay enfocados en el estudio de nuevos materiales para baterías; otros que investigan en materiales estructurales para energía eólica, con un perfil más tecnológico relacionado con la tecnología de circuitos e incluso grupos dedicados a la obtención de materiales de alto valor como grafito y óxidos metálicos, a partir del reciclado de baterías usadas y residuos mineros”. “La economía circular juega ya, y lo hará aún más en un futuro cercano, un papel clave. Permitirá reducir la emisión de gases de efecto invernadero, reducir la contaminación de aguas y suelos y disminuir la demanda de materias primas y materiales críticos, además de generar puestos de trabajo y reducir costes de mantenimiento”, añade.

Perfiles profesionales de futuro

El avance de energías limpias como la eólica y la solar, la entrada de nuevos biocombustibles y otras fuentes actualmente en desarrollo “han favorecido la creación, en toda la cadena de valor, de cientos de compañías alrededor de este sector: ingenierías, instaladoras, productores de energía, servicios técnicos, distribuidoras y comercializadoras…”, señala Jacobo M. Lantero, associate en Hays Executive y especialista en energía. Un crecimiento que, a su vez, demanda perfiles de naturaleza muy diversa, desde ingenieros hasta técnicos superiores y de campos tradicionalmente ajenos al sector, como abogados y economistas especializados. “Hoy en día cualquier perfil se puede acoplar a una empresa vinculada con la energía. Por ejemplo, un perfil en Administración y Dirección de Empresas (ADE) puede formarse con los diferentes másteres y posgrados que ya existen. Y lo más habitual en el perfil de project manager, el más requerido por las compañías en estos momentos, es que tenga una base de Ingeniería”, indica Lantero.

En cualquier caso, a nivel universitario, “las cualificaciones o estudios necesarios se centran fundamentalmente en disciplinas STEM, ya sean científicas (Física, Química, Biología) como ingenieriles e informáticas”, indica Díaz-Guerra, para quien resulta esencial que los estudios de grado correspondientes se complementen con la realización de un máster o cursos de formación especializados, “un aspecto donde creo que las universidades españolas deben actualizar y aumentar su oferta”. Científicos, en definitiva, “dedicados a la investigación y desarrollo de nuevos materiales para la energía y la obtención y reutilización de materiales reciclados; ingenieros dedicados al diseño de dispositivos de almacenamiento de energía sostenibles y de bajo coste, así como de redes de distribución eléctrica de eficiencia optimizada y el diseño y explotación de instalaciones eléctricas mejoradas; e informáticos dedicados no solo a controlar y optimizar el flujo bidireccional de transacciones, sino también a la modelización de equipos e instalaciones”.

“Por otro lado, existen también varias opciones de Formación Profesional que tienen como base el aprendizaje en base a proyectos concretos, sobre todo muy enfocados a instalaciones solares y estaciones de generación eólica”, añade Lantero, además de los relacionados con el hidrógeno verde y, entre ellos, los soldadores y expertos en equipos criogénicos. Entre los perfiles más demandados actualmente, identifica entre otros a gestores de sostenibilidad, técnicos de turbinas de viento, consultores solares y compliance managers, una figura que se encarga de que la compañía para la que trabaja cumpla con los requisitos legales y las políticas internas, de manera que su apuesta por la sostenibilidad, las energías renovables y la eficiencia energética sean reales.

Compensar la huella de carbono

“Compensar la huella de carbono es clave para financiar la acción climática en todo el mundo. Y lo es porque no podemos llegar a las cero emisiones netas de un día para otro, así que, en esa transición, necesitamos apoyar proyectos que reduzcan, eviten o capturen dióxido de carbono a nivel global”, cuenta Mauro Accurso, gerente de desarrollo de negocio de South Pole en la península Ibérica. Agricultura sostenible, conservación de bosques, gestión de residuos, eficiencia energética… Desde su creación en 2006, han desarrollado unos 1.000 proyectos en más de 50 países, “logrando reducir una gigatonelada de CO2 y apoyando a las comunidades menos privilegiadas, que son las más vulnerables al cambio climático”, además de asesorar a miles de empresas en sus procesos de sostenibilidad y descarbonización.

“Lo fundamental”, sostiene Accurso, “es que una organización mida su huella con precisión y la reduzca lo más rápido posible”. South Pole está presente en 32 países y lo constituye un equipo multidisciplinar de casi un millar de profesionales en el que figuran ingenieros, consultores de negocios y sostenibilidad corporativa, expertos en finanzas, desarrolladores de proyectos sobre el terreno y científicos atmosféricos y del clima, entre otros.

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