Ucrania: un país con dos gentilicios


La actualidad de Ucrania ha extendido una duda: ¿Se dice “un militar ucranio” o “un militar ucraniano”?

Responderemos ya, para contentar pronto a quienes busquen la respuesta simple: las dos opciones se consideran válidas.

Vamos ahora con la respuesta compleja.

La primera mención de ese gentilicio en un diccionario de español aparece en el que editó la imprenta madrileña Gaspar y Roig en 1855. En las páginas de esa obra conviven “ucranio” y “ukranio”, pero no “ucraniano”. Tres años después, el capítulo de gentilicios del diccionario de la Dirección General de Telégrafos (1858) reflejará igualmente “ucranio”; lo mismo que la primera edición académica que se hace cargo del asunto, la de 1925.

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Como el genio del idioma español se suele mostrar muy analógico, “ucranio” se alineaba con gentilicios preexistentes —recogidos ya en los diccionarios del siglo XVIII— para topónimos terminados en -nia: si de Armenia se crea armenio, y si de Macedonia nace macedonio, de Ucrania se debía formar ucranio. Del mismo modo, de Babilonia salió babilonio; de Estonia tenemos estonio; de Amazonia, amazonio; de Lacedemonia, lacedemonio (país de la Grecia antigua); de Caledonia, caledonio (antigua región de Gran Bretaña); de Ausonia, ausonio (región de la antigua Italia).

Sin embargo, también hallamos rastros antiguos de la otra alternativa; por ejemplo, en el diccionario de Elías Zerolo, Miguel de Toro y Emiliano Isaza (1895) aparece “ukraniano”. Y la herramienta Ngram, que bebe en el archivo de Google Libros, muestra un uso solitario de “ucranio” desde 1848, pero aparece “ucraniano” hacia 1856 (entonces con más presencia de la grafía “ukraniano”). “Ucraniano” se destaca a partir de 1887; empata con “ucranio” en 1963, y se escapa de nuevo desde 1970, pero con una última línea de caída según vamos llegando al año 2000, mientras que repunta “ucranio”. El servicio Enclave RAE (de la Real Academia Española) ofrece una evolución similar a grandes rasgos.

En los medios españoles se empezó a extender “ucraniano” hacia 1960, según se ve en el banco de datos académico; mientras que en el español rioplatense permanecía la opción inicial. Recuerdo por ejemplo la grabación, en los años setenta, de Oi Gadóñaya, de Les Luthiers, canción entonada por “el coro de los barqueros del Vólgota” (sic) cuya autoría adjudicaban a un “poeta ucranio anónimo”, quizá primo lejano de Johann Sebastian Mastropiero.

La Academia Española añadió a su diccionario en 1984 la alternativa “ucraniano”, si bien seguía recomendando “ucranio”. Y en 1992 volvió sobre sus pasos para cambiar de criterio y preferir “ucraniano”, pero ya siempre dando por válidas las dos opciones.

EL PAÍS ha venido usando “ucranio” desde los años en que solamente existía esa opción en el Diccionario; y en ella se ha mantenido.

Las bases de datos de la Academia muestran la vigencia actual de “ucranio” en España, México, Argentina y Uruguay; pero recogen muchos casos de periódicos, y ahí entran en juego factores distorsionadores (por ejemplo, una noticia de agencia escrita en Madrid con “ucraniano” puede aparecer en multitud de diarios de países donde se prefiere “ucranio”; y viceversa).

En definitiva, la elección queda al libre albedrío de cada cual. Unos preferirán “ucranio” por sus analogías y su historia, y también por su brevedad; otros invocarán el extendido uso presente de “ucraniano”.

Una vez explicado todo esto, ahora solamente queda discutir hasta el delirio, la ofuscación y el enfado sobre cuál de las dos formas es la mejor. Nos puede la pasión.

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