¿Y si todo fuera verdad?

Pau Valls

Vale, imagínate que todo este asunto de los avistamientos y los extraterrestres y los fenómenos extraños es cierto. Piénsalo por un momento. Vamos a suponer que es así y que, como me dijo Mario, si no tenemos pruebas es porque los hombres de negro se encargan de eliminarlas.

Ahora piensa cuando entraron en casa de Maribel. La Policía me dijo que ese tipo de robos son muy habituales por esta zona, pero lo cierto es que robar, lo que es robar, aquí nadie robó nada. No había joyas ni dinero en la casa, de acuerdo, pero ¿y si no fue eso lo que entraron a buscar? ¿Y si lo que querían llevarse era la libreta de Francisco? En aquel momento, cuando entraron, la libreta estaba en la maleta, escondida en el bolsillo secreto y llena de sus teorías sobre la invasión extraterrestre que, según él, está sucediendo en el pueblo. Lo del anagrama de la franquicia de tiendas es una tontería, sí, pero ¿y si hay algo cierto en todo esto? ¿Es esta libreta el tipo de pruebas que los hombres de negro se encargan de eliminar?

¿No podría ser que hubieran ido a buscarla al faro de Francisco y al no encontrarla allí vinieran aquí? El faro estaba muy desordenado, pero ese desorden podría haberlo provocado alguien que hubiera estado allí revolviendo entre sus cosas, buscando algo. Y había una ventana rota, ¿te acuerdas? ¿Quizás entró alguien por ahí? ¿No podría ser que Francisco se cayera del faro mientras escapaba de esa persona? ¿Y si cuando esa persona no encontró lo que buscaba vio mi álbum de fotos? Sería muy fácil localizar esta casa viendo esa foto, la que alguien cogió del álbum. El jardín de Maribel en el que nos la hicimos es inconfundible. Y yo estoy mucho más alta ahora, pero excepto por la altura, tampoco he cambiado tanto. Al no encontrar la libreta allí, ¿pensarían que tal vez podría estar aquí? ¿Que igual la tenía yo?

Todas estas preguntas son las que se me apelotonaban en la cabeza ayer por la noche cuando, media hora después de meterme en la cama, escuché un ruido. Y luego otro. El primero fue como un sonido metálico muy fuerte, y el segundo el de una puerta abriéndose. Después escuché pasos.

Bajé las escaleras muerta de miedo, agarrada al móvil e iluminando todo con su linterna hasta comprobar que, efectivamente, alguien había entrado en la casa. Así que corrí. Corrí hasta la cocina para esconderme y llamar a la Policía, pero no pude hacerlo porque la persona que acababa de entrar en la casa estaba allí.

¿Qué hice? Pues pegar un grito, soltar el móvil, coger una sandía y lanzársela. Por este orden. Pero por suerte no le di. ¡Era Maribel!

Descubra las mejores historias del verano en Revista V.

Ver serie completa

Cartas desde la isla


Source link